Viernes, 19 de Abril 2024

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Las vidas privadas de los personajes públicos

Por: El Informador

Las vidas privadas de los personajes públicos

Las vidas privadas de los personajes públicos

De algún tiempo a la fecha, los medios de comunicación han dado cuenta del comportamiento de personajes públicos -políticos, deportistas, artistas, empresarios, etc.-, cuyas conductas poco abonan al prestigio de quienes, por lo que representan, deben conducirse con un mínimo de moralidad. El fenómeno tiene que ver con la equivocada idea de algunas personas con poder económico, político o simplemente famosas, quienes suponen que les está permitido comportarse como les venga en gana por su posición en la estructura social. Debemos aceptar -y los gobernantes con mayor razón-, que la privacidad no existe para las figuras públicas. Existe, sí, lo íntimo, lo que no se debe compartir con nadie ni ventilarse puertas afuera del hogar porque solo pertenece a cada uno, como la vida marital, por ejemplo. Hay, también, relaciones familiares impuestas por la consanguinidad; privadas, que obedecen a simpatías o afinidades y hay, además, relaciones extramuros: las públicas, consecuencia del desempeño de actividades sujetas al escrutinio de la sociedad.

Nuestras vidas son modeladas por las personas que nos influyen: padres, maestros, amigos e, incluso, por personajes que se han destacado por su ejemplaridad en los entornos próximos y lejanos. Cuando hablamos de Beethoven o Mozart; Juan XXIII o San Agustín; Steve Jobs o Elon Musk; Ángela Merkel o Nelson Mandela; Miguel de Cervantes Saavedra o Shakespeare, lo mismo que de Pelé o Messi, no lo hacemos solo por su genialidad, sino también por su conducta pública.

Hoy, los medios de comunicación visibilizan y ponen al alcance de nuestro conocimiento la información, prácticamente, de cualquier persona y, qué bueno que así sea, en tanto no se infame a nadie ni se transgredan los límites del respeto y la ética.

Lamentablemente, se ha vuelto costumbre, en “las mañaneras”, enlodar el nombre de aquellos que no coinciden con las ideas y propósitos de quienes gobiernan, el último ejemplo son las universidades. Los titulares de los poderes ejecutivos nacional y local, amparados en su entronamiento, imputan, descalifican, manipulan, juzgan, sentencian, amenazan y ofenden a quienes difieren de ellos. Claro, lo hacen desde sus púlpitos, aprovechando su posición e influencia en los medios y haciendo uso de los recursos públicos. Valdría la pena que estos modernos Torquemada recordasen, antes de pronunciar palabra, que todos estamos hechos de barro y nos convertiremos en polvo.

El decoro, la discreción y la congruencia son joyas que deben engalanar a quienes están obligados a conducirse con rectitud y honorabilidad por la relevancia de su ejemplo en la vida de niños, jóvenes y adultos. Por ende, magistrados, jueces, sacerdotes, maestros, intelectuales, creadores de arte o deportistas y, en mayor medida, quienes son electos por el voto ciudadano, deben honrar la representación que ostentan. Gobernar es un privilegio que implica una enorme responsabilidad. Los gobernantes deben alejarse de sus prejuicios: siendo representantes de todos, no pueden descalificar la opinión de ciudadano alguno.

Gobernar es coordinar los esfuerzos de una sociedad en búsqueda del bien común y la justicia social. Nada más y nada menos.

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