Viernes, 26 de Abril 2024

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“Las pelonas y otras huellas del machismo”

Por: Carlos Enrigue

“Las pelonas y otras huellas del machismo”

“Las pelonas y otras huellas del machismo”

La pasada semana les decía que no encontraba dónde se vendían los libros sobre los cuales comenté. Y otro estimado amigo me indicó que la obra sobre el Pueblo de Adobes, junto con otros dos del mismo autor -uno de poesía y otro de filosofía- se venderán en el Colegio de Notarios, quienes tienen una reunión en Puerto Vallarta a finales de este mes. Esos libros sí los conozco, habiendo gustado del de poesía, porque en general la filosofía tiene alcances que rebasan al suscrito. Respecto al libro Ajijic, aunque no lo sé de cierto, se venderá en las librerías de la ciudad. Les recomiendo no dejar de leerlos, por el interés que despiertan.

Pero hoy he estado pensando en que, con la desaparición del machismo, se acabarán conductas inexplicables, relativas al mismo. Una de ellas es el fenómeno de “las pelonas”, que tuvo su importancia hará unos cien años y que consistía en que algunas chicas urbanas habían decidido cortarse el pelo, lo que en su tiempo se consideró como una falta terrible a la moralidad pública y que fueron condenadas por los medios de comunicación, por su atrevimiento e, incluso, si nosotros buscáramos un insulto de los que han desaparecido es el de “hijo de la pelona”.

En realidad, yo nunca he sido fan de las cabelleras espectaculares y a mí no me hubiera importado, pero en su tiempo llegó a considerarse como una agresión a la feminidad y lo que sí recuerdo es que siendo joven, en algunos casos, las jóvenes que por cualquier causa pretendían cortarse el pelo, no necesariamente llegando a ser pelonas, le pedían permiso a sus novios de la época, lo que ahora suena verdaderamente fuera de lugar y nos permite ver los excesos que el machismo provocaba hasta en la estética femenina.

Si ustedes consultan el diario de El Informador de esa época, de seguro encontrarán opiniones condenando el hecho. Y no crea usted que era por ser exóticos, sino que era un sentimiento “bien visto, por mucha gente de razón”. Habiendo incluso gente que llegó a considerarlo hasta alguna cuestión que las autoridades religiosas debían controlar, porque no era posible tanto libertinaje.

Otra situación que vista ahora luce como una terrible necedad, como en realidad lo es y de la que ya en alguna ocasión les he comentado, era la posición de los “castigadores”, cuya actividad consistía en que el sujeto de marras miraba fijamente a una dama, hasta que ésta, avergonzada, bajaba la vista, vencida por la potencia de la mirada del presunto galán. 

Es tan absurdo, que casi estoy seguro que nadie me va a creer que esto sucedía. Pero ocurría y por más que sea absurdo, llegó a tener una cierta importancia entre la población.

Más cercano históricamente de esto, está la creación de las mininagüas, que al suscrito le siguen pareciendo un gran invento de la moda femenina.

@enrigue_zuloaga

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