Jueves, 25 de Abril 2024

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Las consultas y el exceso democrático

Por: Jorge O. Navarro

Las consultas y el exceso democrático

Las consultas y el exceso democrático

Tantos años luchando porque se admitieran las figuras de democracia directa; tantos años discutiendo con políticos que consideraron al pueblo “inmaduro”, y hoy enfrentamos el lado opuesto de la moneda: la excesiva democracia.

El Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, anunció el fin de semana (04 de noviembre) que en diciembre o en enero habrá otra consulta ciudadana, ahora para someter a votación el proyecto “Tren Maya”, un compromiso de campaña que detonaría el turismo en el Sureste mexicano con un medio de transporte específico como este.

Aclaración: el punto no es el “Tren Maya”, ni el cancelado aeropuerto de Texcoco. Se trata del mecanismo de las consultas.

Planteadas así, al gusto del Presidente electo, amenazan con convertirse no en una expresión de la voluntad ciudadana, no en la “voz del pueblo”, sino precisamente en el medio ideal para que un Presidente empoderado como lo es López Obrador, conduzca al país casi sin posibilidad de crítica u oposición.

Todo lo que aborde al Presidente electo y sus decisiones requiere contextualización. Por eso quiero subrayar: no se cuestiona su proyecto de transformación; no se demerita su interés por confrontar a la clase dominante (económica y política) que ha hecho de México la nación más desigual e injusta de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El único interés es revisar si por el camino que inauguró, vamos a la correcta interpretación y aplicación de una figura democrática que dé a los ciudadanos la oportunidad de aprobar o reprobar un proyecto público.

Por ahora, con la experiencia de la consulta sobre el aeropuerto y el anuncio de la consulta sobre el tren del Sureste, las señales indican que no.

La consulta, primero, no es un invento del futuro presidente. Ya existe en la Constitución del país, y en legislaciones estatales figuran otras formas de participación democrática como el referéndum, plebiscito e iniciativa ciudadana. Su presencia ya es un avance democrático en la república mexicana porque hace unos años sencillamente no existían.

El Presidente electo, sin embargo, ignoró el artículo 35 de la Constitución con la consulta sobre el aeropuerto capitalino. Pero finalmente, al no ser una autoridad en funciones no aplica sanción contra él, la consulta ni la cancelación del proyecto aeroportuario.

Las cosas serán diferentes a partir del 1 de diciembre, cuando ya siendo Presidente del país, estará impedido para violentar la Carta Magna.

Para realizar consultas públicas cada vez que la ocasión lo amerite, tendrán que reformar la Constitución. ¿Pueden hacerlo el Presidente y sus aliados políticos en las cámaras de Diputados y Senadores? Contundentemente: sí.

Suponiendo que ese escenario exista antes de enero, lo cual es de por sí muy difícil por la brevedad de los tiempos, se habría salvado el obstáculo legal y evidentemente, el “Tren Maya” y cualquier otro tema quedarán sujetos a consulta con tanta flexibilidad y facilidad como se disponga en la hipotética reforma.

Quedaremos expuestos entonces a un exceso de democracia, con todas sus consecuencias.

Y ya se sabe que los excesos no terminan bien.

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