Sábado, 11 de Octubre 2025

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La voz de los que sueñan

Por: Luis Ernesto Salomón

La voz de los que sueñan

La voz de los que sueñan

La proliferación de historias maravillosas ha sido motivo de debate durante siglos. “No hagan caso de los falsos profetas que están entre ustedes, ni hagan caso de los sueños que les provocan”, dice el adagio bíblico. En nombre de historias maravillosas, la humanidad ha evolucionado y al mismo tiempo, ha corrido mucha sangre en guerras fratricidas impulsadas por quienes fueron capaces de compartir esos sueños colectivos. Desde Lao Tse, Homero o los Profetas hasta los líderes sociales, la forma de participar en esos sueños ha sido sumar la razón a la emoción y emprender un compromiso de participar de algo tan humano como un sueño compartido.

Estos sueños colectivos se han justificado por un sistema argumentativo que ha creado la narrativa de los Ejércitos que rescataron a Helena de Troya, o los que fueron a las cruzadas, o los ideales de los partidos políticos, o las emociones compartidas de las aficiones deportivas o de las lealtades por conveniencia de los gremios. Nos hemos plegado a esas ideas, que se han debatido levantando coros de voces de quienes sostienen esos sueños repitiendo y mejorando los argumentos de otros. Así, por generaciones, hemos construido valores colectivos que se sostienen mediante el aglutinante de la pertenencia a un sueño compartido: la democracia, la patria, el gremio y la fe.

Hay una competencia continua en nuestras sociedades por presentar narrativas que atraigan a las personas a compartir un sueño. Ahora es el tiempo en el cual tenemos la mayor cantidad de opciones para participar en este proceso de decidir sumarse a compartir ideas e historias reales o imaginarias. Defender el derecho a escuchar, conocer y participar en esa ágora de los sueños compartidos es una cuestión fundamental de nuestro tiempo. Defender el derecho a opinar libremente sobre estas narrativas es cuestión esencial.

Pero hay otros sueños, los que surgen del interior de cada uno. Las ideas de lo que queremos que sea el futuro para nosotros. Ellos surgen muchas veces de la ilusión, de la esperanza, del compromiso y del amor. Son afortunadamente los jóvenes quienes con más determinación sueñan con estos caminos hacia lo mejor, aportando esa energía insustituible de la fe en el futuro. Constituyen un valor insustituible que se aglutina en las tertulias llenas de música e ilusión en universidades y otros sitios de convivencia de la juventud. Los sueños personales, de pareja, de familia o de un grupo de pocos amigos, son mapas de viajes que se planean por ilusión o por necesidad.

También, hay que decirlo, desafortunadamente hay otras personas que sueñan a partir del miedo, de la violencia y de la insoportable sensación de la inmovilidad ante la desdicha. Somos un pueblo que vivimos intensamente involucrados en la creación y ejecución de millones de sueños. Cada historia de un joven migrante que se ha ido al Norte, o de los que han llegado, son testimonios de gran valor que forjan nuestra identidad a base de sueños. Los colectivos y los propios.

Decir nuestros propios sueños es compartir ilusiones en un ambiente de fraternidad, porque la voz que cuenta sinceramente el sueño personal, haciéndola salir hecha palabras, es quizá la más cálida de todas. Tener razón y voz para narrar los sueños es una de las cualidades más humanas. Porque los sueños se hacen más fuertes cuando se comparten y cuando se entrelazan con los de otros.

Suena romántico hablar del derecho a soñar, pero si lo llevamos un paso más allá, podemos hablar de la obligación que tenemos de escuchar la voz de los que sueñan. De atender a esos jóvenes y, sobre todo, de respetar profundamente y actuar frente a aquellos que han sido obligados a cambiar sus sueños por la pesadilla de la realidad. Pretender ahogar esa voz es una acción no solamente injusta, sino deleznable.

Viene al caso la reflexión al ver a las personas que sufren en la guerra, a aquellas que están sometidas a sueños que no comparten, a aquellas que han dejado todo para buscar un espacio de paz y luchan por volver a tener un sueño, una ilusión.

Los falsos profetas de la uniformidad y de la abrumadora ola de información que ahoga todo espacio, están ahora mismo en los dispositivos luchando por substituir los sueños de cada uno para imponer los de otros. Están intentando provocar que soñemos lo que otros quieren. Defendamos la voz auténtica de los que sueñan y tienen el valor de compartirlo con la sola intención de hacer realidad una ilusión, y defendamos también el espacio para escuchar y compartir los verdaderos sueños de los demás.
 

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