Viernes, 19 de Abril 2024

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La salvación de 150 mil españoles

Por: José M. Murià

La salvación de 150 mil españoles

La salvación de 150 mil españoles

Aparte del argüende que se armó con la tan llevada y traída carta del Presidente López Obrador respecto de la criminalidad hispana en el proceso de conquista y colonización de México que, cabe recordarlo sin ánimo de entrar en la polémica, dio lugar a que la población aborigen se redujo hasta sólo un 5% en unos 130 años, vale la pena recordar otra cosa mucho más reciente.

A resultas del contundente triunfo sobre la democracia del fascismo endémico en España, a partir de 1939, el caso fue que, de no ser por México, casi 150 mil de los que pasaron a Francia hace 80 años hubieran perdido la vida a manos de los nazis o de los franquistas o, al menos, la hubieran pasado pésimo en los campos de trabajos forzados de los primeros y las cárceles de los segundos.

La gesta de los enviados de Lázaro Cárdenas, quienes se fajaron los pantalones como buenos revolucionarios mexicanos, con riesgo incluso de su propia vida, difícilmente encontrará un parangón en la historia mundial de la diplomacia.

Solamente unos cincuenta mil vinieron a dar a México, el país que acogió por sí solo a más refugiados de aquellos que todos los demás países de América juntos. Pero está clarísimo que muchos que fueron a dar a otros países o se quedaron finalmente en la misma Francia y otros lugares de Europa, sobrevivieron basándose en el trabajo legal o no de los diplomáticos mexicanos.

Por una parte, al amparo del Acuerdo que el embajador Luis I. Rodríguez Taboada consiguió establecer, el 22 de agosto de 1940, con el Mariscal Petain, jefe de gobierno de la Francia llamada eufemísticamente “libre” y de mil maniobras y acciones de Gilberto Bosques Saldivar, cónsul general de México en Francia. Pero vale considerar también el trabajo que hizo en 1939 don Narciso Bassols, cuando estuvo al frente de la embajada en Francia y la inspiración de nuestra política exterior por cuenta de Isidro Fabela.

Asimismo, mérito también grande tuvo el medio centenar de empleados mexicanos que se la rifaron en serio trabajando a veces incluso día y noche para dotar a casi ochenta mil solicitantes del documento que los declaraba a ellos y a sus familias en “tránsito hacia México”, aunque no fuera cierto, y “bajo la protección” de nuestro lábaro patrio.

También hubo casos especiales en que los nuestros manejaron, además de las armas de la razón, otras que sabían portar y esgrimir virilmente, como lo ha afirmado Miguel Ángel Porrúa.

Fueron hombres -y una que otra mujer- que no se amilanaban fácilmente. Venían de hacer una Revolución y, además de dialogar, también sabían fajarse los pantalones.

De ello tampoco han dado muestras de cabal conocimiento los diferentes gobiernos españoles, ni siquiera por las fuertes raíces que dejó en México la reina Letizia. Ni siquiera su ministro de Asuntos Exteriores, en vez de decir tantas estupideces sobre la Conquista.

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