Viernes, 26 de Abril 2024

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La reivindicación de Romero

Por: Diego Petersen

La reivindicación de Romero

La reivindicación de Romero

Ayer, en una ceremonia llena de formalismos, masiva y sin embargo poco entusiasta, el Papa Francisco canonizó a monseñor Oscar Arnulfo Romero (Ciudad Barrios, El Salvador 1917) el arzobispo de San Salvador que fuera asesinado por la dictadura militar de ese país mientras oficiaba misa en1980. Junto al obispo centroamericano se santificó también a Pablo VI, el Papa de las ideas y el aggiornamento de la iglesia católica en los sesenta y setenta, y cinco más, dos mujeres y tres hombres, no menos importantes, pero sin duda menos conocidos en México.

La canonización de Romero reivindica no solo a un personaje a quien la realidad de su país transformó de un sacerdote ajeno a las causas populares en un arzobispo comprometido que se enfrentó como ninguno al Gobierno militar. En una homilía dominical el arzobispo de El Salvador puso a la dictadura en el mapa e hizo que los ojos del mundo voltearan a ver los abusos del Gobierno militar de la pequeña república centroamericana. “Les pido, les suplico, les exijo; pare la represión” dijo Romero desde el púlpito unas semanas antes de ser asesinado.

El Papa Wojtyla y el Vaticano tampoco hicieron mayor cosa por exigir el esclarecimiento del asesinato. Juan Pablo II no quería a la iglesia metida en los procesos revolucionarios de Centroamérica

El entonces Papa Juan Pablo II envió en su representación al arzobispo primado de México, cardenal Corripio Ahumada a celebrar la misa de cuerpo presente de Romero. A pesar de que en el atrio de la iglesia hubo disparos contra los fieles que acudieron a despedir a su pastor, el cardenal mexicano, siguiendo la línea de Roma, declaró que a él no le constaba que hubiese represión en El Salvador. El Papa Wojtyla y el Vaticano tampoco hicieron mayor cosa por exigir el esclarecimiento del asesinato. Juan Pablo II no quería a la iglesia metida en los procesos revolucionarios de Centroamérica. Él mismo recriminó en público en el aeropuerto de Managua a los hermanos Cardenal por ser parte del Gobierno sandinista.

La causa de monseñor Romero tuvo que esperar la muerte de Juan Pablo II y la renuncia de Ratzinger para encontrar oídos en el Vaticano. Fue hasta la llegada del Papa jesuita que, en apenas cuatro años, el obispo asesinado fue declarado beato y ahora santo. La canonización llega en un momento en el que la iglesia católica centroamericana está nuevamente en un complejo proceso de confrontación, ahora, paradójicamente, frente a la represión del Gobierno de Ortega en Nicaragua. Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo se han convertido en un émulo caricaturizado de Somoza, la dictadura que hace cuatro décadas Ortega combatió desde el sandinismo.

El péndulo de la iglesia de Roma oscila de izquierda a derecha y de derecha a izquierda y los santos son parte de su pedagogía. Reivindicar a Romero es, en ese sentido, mucho más que simplemente reconocer a un mártir.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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