Viernes, 02 de Mayo 2025

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La política exterior de la 4T

Por: Ismael del Toro

La política exterior de la 4T

La política exterior de la 4T

En el escenario internacional, los gestos y las presencias cuentan tanto como las palabras. La reciente muerte del Papa Francisco y su funeral en el Vaticano, que reunió a más de 50 jefes de Estado y de Gobierno, fue un evento de enorme simbolismo político y diplomático. Sin embargo, la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, decidió no asistir y, en su lugar, envió a la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, acompañada del embajador ante la Santa Sede y otros funcionarios. La Mandataria justificó su ausencia apelando a la separación Iglesia-Estado y a su agenda nacional, pero el mensaje internacional fue claro: México volvió a perder una oportunidad de hacerse presente en un evento de tal relevancia internacional.

Esta decisión, lejos de ser un hecho aislado, revela una tendencia preocupante en la política exterior de la llamada Cuarta Transformación. Si bien Sheinbaum ha mostrado mayor actividad internacional que su antecesor -participando en foros como el G-20 y la CELAC-, la Cancillería Mexicana parece desdibujada y desplazada por la propia Presidenta y por figuras como el secretario de Economía. La diplomacia profesional, tradicionalmente encargada de articular la voz de México en el mundo, ha sido relegada a un segundo plano, mientras las decisiones clave se concentran, al parecer, en el círculo político más cercano a la titular del Ejecutivo.

La ausencia de México en foros clave y la falta de una política exterior clara tienen consecuencias concretas. En un mundo marcado por la multipolaridad, la rivalidad entre potencias y la reconfiguración de alianzas, la voz de México se escucha cada vez menos. La relación con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, enfrenta riesgos crecientes ante la vuelta de Donald Trump y los embates permanentes del mismo. En América Latina, México se ha enemistado con países como Ecuador y Perú y mantiene una relación distante con socios históricos como Brasil y Chile. En Europa y Asia, la presencia mexicana es marginal y la oportunidad de diversificar relaciones y atraer inversiones estratégicas se diluye.

La política exterior no es un lujo ni un accesorio de la agenda nacional. Es una herramienta fundamental para defender nuestros intereses económicos, proteger a los connacionales en el extranjero y marcar posturas de nuestro país en temas globales como el cambio climático, la migración o la seguridad. Cuando México no está en la mesa, queda claro que otros decidirán por él. La ausencia en eventos de alto nivel, como el funeral del Papa Francisco, no sólo representa un vacío protocolario: es la manifestación de una estrategia que, por omisión o por cálculo, comienza a dejar al país fuera de los momentos simbólicos y las conversaciones del siglo XXI.

Si la cancillería sigue desdibujada y la política exterior está subordinada a intereses y agendas internas o a figuras ajenas al servicio diplomático, México corre el riesgo de perder influencia, inversiones y capacidad de negociación. En un mundo cada vez más complejo e interdependiente, jugar en el mapa internacional no es opcional: es una necesidad estratégica. La 4T, y ahora la Administración de Sheinbaum, deben decidir si México será espectador o protagonista en la escena global. Por ahora, la balanza se inclina peligrosamente hacia la irrelevancia.

@DelToroIsmael_

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