Viernes, 26 de Abril 2024

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La lectura en pantalla

Por: María Palomar

La lectura en pantalla

La lectura en pantalla

Queda más que claro que alfabetizar no es lo mismo que enseñar a leer. El primer paso, claro está, es aprender a reconocer las letras, pero luego viene un proceso más complejo que lleva a que esas letras quieran decir algo. Y ese paso es en el que se queda atorada buena parte de la población: los analfabetos funcionales, para quienes descifrar las letras resulta tan laborioso y tan arduo que les impide dar el brinco al significado. Es difícil saber qué porcentaje cae en esa categoría, pero debe ser grande. No es raro ver gente que lee moviendo los labios, lo cual denota poca familiaridad con la letra impresa; hay quienes necesitan que otra persona les lea las instrucciones más sencillas, y hasta se usan iconitos en las estaciones del tren ligero para facilitar su reconocimiento. Y eso a pesar de que la mayoría de la gente fue alfabetizada mirando y tocando los textos, pudiendo verlos una y otra vez, y no como imagen efímera en una pantalla.

Los especialistas en neurociencias afirman que la adquisición de la capacidad de leer, lograda hace unos seis mil años, requirió del desarrollo de un circuito nuevo en el cerebro de la especie humana. Ese circuito evolucionó a partir de un mecanismo muy sencillo que servía para decodificar información básica, como el número de borregos que un pastor tenía en su rebaño (más o menos el nivel que prevalece en los analfabetos funcionales de la actualidad), hasta el complejísimo cerebro del lector actual, que permite desarrollar mediante la lectura algunos de los procesos intelectuales y afectivos más importantes: asimilar conocimientos, razonamiento analógico e inferencia, sentido de la perspectiva y empatía, análisis crítico y comprensión profunda...

Hoy en día se están produciendo en el mundo estudios científicos que advierten que todos esos procesos esenciales de la lectura a fondo pueden verse amenazados por el cambio a las nuevas formas de lectura basadas en la digitalización. En un artículo reciente, la especialista Maryanne Wolf, directora del Centro de Investigación de la Lectura y el Lenguaje de la universidad de Tufts (EEUU), señala que ese “circuito de la lectura” del cerebro humano no es algo innato ni genéticamente determinado como la visión o el habla, sino que implica cierto ambiente para desarrollarse. Además, se adapta a los requerimientos del ambiente: desde distintos sistemas de escritura hasta las características del medio que se utiliza. Si el medio dominante privilegia procesos rápidos, orientados a dispersar la atención y propicios a grandes volúmenes de información, como los actuales medios digitales, lo mismo hará el circuito cerebral de la lectura.    

Pero no es un simple asunto binario de la letra impresa contra la lectura digital. La sociedad no se equivoca cuando innova, sino cuando no se fija en lo que perturba o disminuye al innovar. En este momento crucial entre las culturas impresa y digital, hay que discernir qué está perdiéndose en el circuito de la lectura a fondo, qué capacidades no están desarrollando los escolares y estudiantes y qué se puede hacer para evitarlo.

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