Jueves, 25 de Abril 2024

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"La isla" (Parte I)

Por: Carlos Enrigue

"La isla" (Parte I)

Durante mucho tiempo Flegra fue considerada una isla maldita. Habitada por rumores. Morada por maldiciones que dejaron los piratas que ahí se escondieron siglos atrás. Pero en realidad era una isla desierta en la que nada se daba, excepto una plaga de árboles.

Descubierta por Diego de Nicuesa, quien a finales del siglo XVI pasó por ahí y decidió dejar a un par de miembros de su tripulación que no querían obedecer y con ese pretexto conquistarla para su cesárea y española majestad. A ésta le duró poco el gusto de ser propietaria, ya que al parecer en 1636, a partir de una guerra española contra los holandeses, la perdieron a favor de los segundos, que también muy poco la apreciaron, pues fuera de los piratas de esa nacionalidad y algunos otros tímidos intentos de colonización que no trascendieron, en virtud de que ninguno de ellos intentó poblarla en definitiva. Sólo estaba ahí, como esperando ser habitada.

En realidad hasta 1850 llegó a vivir ahí un español, que venía huyendo de una guerra que había en su tierra, aunque la isla, como ya lo dije, era de los holandeses. Esto debe de explicarse para saber el por qué en Flegra siempre se ha hablado español. Y es que ni don Ángel Berriozábal ni su familia ni los que lo acompañaban hablaban nada que no fuera castilla. Decían que había conseguido de los reyes del país propietario una concesión comercial por cien años y de hecho ellos fueron los únicos habitantes durante mucho tiempo, sólo viajaban a España a traer pareja cuando iban a casarse, porque aquí todos eran familia. 

Los holandeses aunque se sabían dueños de la isla y la concesionaron, nunca tuvieron aquí representación; cuando se iba a terminar la concesión, en marzo de 1948, dieron oportunidad a Flegra, junto a varias islas cercanas, de elegir su continuidad como parte del reino u optar por la autonomía, lo que hicieron y desde entonces es un país independiente, gobernado nominalmente por un consejo formado por cuatro de los Berriozábal, descendientes de don Ángel, que cambiaban alternativamente cada cuatro años y no podían ser reelectos. De hecho quien realmente ejercía la autoridad actuando como dictador incondicional era desde hacía diez años Francisco Berriozábal; antes había sido consejero, pero su opinión era la única que contaba.

No era estrictamente un dictador formal, pero a él le gustaba decir que lo era, le gustaba sentirse como tal y se autodesignó como El Coronel. En el extranjero consideraba que le daba un aspecto distinguido, sobre todo en los Estados Unidos, que como nunca han tenido uno propio, les parece interesante verlos, además que por lo general tienen mucho dinero y viajan con una corte inversamente proporcional a la importancia del país representado, por lo que la corte de Flegra era grandísima, incluso se mandó hacer un uniforme militar, aunque no había ejército.

En 2000 hicieron un censo y se registraron dieciocho mil habitantes, que vivían en dos poblaciones al norte: Estella, que era donde estaban las casas principales y se encontraba regada por un pequeño río llamado Ega, y Las Casitas, en las que habitaban personas del servicio y otras que habían llegado a vivir atraídos por la bonanza que en los últimos quince años había habido aquí.

@enrigue_zuloaga
 

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