La película Emilia Pérez plantea un conflicto interesante sobre identidad, violencia y redención, pero lo hace bajo una estructura narrativa que refuerza ciertos estereotipos sobre el género. El personaje central, un capo del crimen que transiciona a mujer, no sólo cambia su identidad de género, sino también su brújula moral: de asesino despiadado pasa a convertirse en una mujer comprometida con la justicia, en lucecita. Este giro plantea una pregunta clave: ¿Es la transición de género en la película una afirmación de identidad o un simple recurso narrativo para construir una historia de redención?El filme sugiere que la masculinidad es sinónimo de violencia y corrupción, mientras que la feminidad es un espacio de compasión y justicia. Esta dicotomía refuerza un esquema maniqueo en el que los hombres son los villanos y las mujeres las heroínas, eliminando la complejidad del comportamiento humano. Al presentar la transición de Emilia no sólo como un cambio de identidad, sino como un proceso de purificación moral, la película cae en la trampa de asociar la feminidad con la bondad y la masculinidad con el mal. Este planteamiento no solo es reduccionista, sino que también instrumentaliza la experiencia trans en favor de una narrativa de expiación.Desde una perspectiva psicológica, el personaje de Emilia podría leerse como una figura disociada, donde su pasado criminal masculino es un otro al que debe redimir en su nueva identidad. Sin embargo, en lugar de profundizar en la complejidad de esta transformación, el filme opta por una interpretación simplificada en la que ser mujer implica necesariamente renunciar a la violencia y dedicarse a reparar el daño. Este enfoque resulta problemático, pues invisibiliza la diversidad de experiencias trans y reduce la feminidad a un arquetipo de pureza y redención.Además, en un contexto como el nuestro, donde la violencia y el narcotráfico son temas centrales, la película desperdicia la oportunidad de cuestionar realmente las estructuras de poder. En lugar de problematizar la relación entre el género y la violencia, opta por una solución individualista en la que el cambio de identidad de un personaje se convierte en la única vía para la justicia. Así, Emilia Pérez termina construyendo una historia donde la transición de género no es más que un medio para una transformación moralista, reforzando estereotipos en lugar de desafiarlos.¿Y tú qué opinas?