¡Ave María!... ¡Ave María Purísima! ¿Quién vive? ¿Dónde habitan las almas de esta morada? ¿Dónde los escolantes y los murmullos… y los suspiros? ¿Por dónde se encuentran esos ojos inquietos? ¿Dónde los párvulos de corvas chorriadas? ¿Quién apacienta sus cárdenos verdugones? ¿Quién con sangre les incona el silabario? ¡Salgan almas de este Purgatorio! ¡Salgan que el ánima sola se buye en las flamas! Que se oigan sus risas, que se oigan sus llantos, que se oigan sus ruegos… Que largos sollozos atrapen sus sueños y dulces recuerdos sus noches más largas. Acerquen su espíritu muchachos traviesos, que la niña de mis ojos se envuelva en su gozo, ¡qué dicha de infancia!, sin penas, sin llanto, buena es su vida, como el pan cortado de con Severiano.Salgan inocentes, es menester que yo oiga sus voces, que griten, que corran, que rasguen mis galas, que lancen mil piedras sobre mi figura, que hieran mi efigie en pos de su hombría, no teman tampoco a su grito de guerra que fuera en mi mundo el himno a la gloria. Enséñenle a todos cuán grande el aprecio es por esta Juana.¡Háblenme, que su eco llegue hasta el Puente de Palo! que retumbe en clamor por el Santuario, por la plaza, por la Calle Real:¡Juana la loca tiene una troca, no la maneja porque está loca!Me dicen Juana la Loca, pero esa no soy, yo me llamo nomás Juana, Juana Vivanco es mi gracia, así dice un cuadrito que está en la cabecera de mi cama, mi cama es fría, muy fría; y por eso en las noches busco las almas perdidas que buscan en otras su melancolía. Y camino y camino cuando entra la noche, cuando mis penas duelan tan poco como un sollozo y mis culpas sean expiadas como bendecida; y mis pasos se cuenten como las estrellas hasta que en una de ellas encuentre cordura. Voy por la Alameda donde el viento mece mi tardío delirio, y en el árbol penden, una cruz, una culpa y un martirio.Mi casa es grande, muy grande y muy triste, en ella habitan ricos y pobres, sabios y necios, locos y cuerdos; en el aire impregna el olor a flores, a culpas, a incienso, y el desdén y olvido es aroma viejo. Las altas columnas custodian la entrada, largos pasillos guardan los pasos hasta desandarlos, un tibio descanso que con misericordia cobija las almas y en los aposentos hay losas grabadas que dicen la gracia de los convidados.En noches de octubre mi casa es tan clara, la luna la abraza, la envuelve, le hace un romance de mármol y plata, las sombras se esconden, en el patio hay fiesta, las lágrimas se guardan hasta la alborada, los rezos sucumben ante el firmamento y las manos se alzan alcanzando el cielo, su pesar sosiega recuerdos postreros y vagan en busca de lo que fue su esencia, con ojos vacíos y sonrisa hueca buscan la tibieza en cirios y rezos. Salen por el pórtico en pos del mercado; en fondas y puestos consumen la esencia que en vida palió urgida apetencia. Es con Meregildo que espectros departen, unidos al gozo de los comensales, las tortas, las semas y los alfajores, manjares de dioses en tiempos mejores.Me dicen la Loca, que asusto a los niños, que tengo amoríos con un tal Simón, que inquieto a las damas de lenguas muy largas, que de tajo asalto viejas rezanderas, que tengo un tesoro ahí en El Mesón. También las consejas dicen que no hablo, que ignoro palabras de todo varón, que llego de asalto a La Palestina y gusto de los chocomiles que ahí en el mercado Silvestre me da.Hacia La Cadena dirijo mis pasos, en busca de espectros a quien consolar, son lánguidas almas de carnes más flacas, de bocas muy rojas y triste mirar, taciturno el cuerpo, el decoro laxo, son aves nocturnas que apacientan gozos de buitre rapaz, roen sus entrañas en festín postrero y con oro compran su esencia falaz. Son ellas las fieles mecenas, ellas, castas meretrices que truecan con Juana la estancia asumida, mustios abalorios y su loca cordura.