La querella dura ya años. Objetivamente, se trata de un pleito entre la razón civil y el autoritarismo jesuita. Resumamos: por ignotas razones algún funcionario de la Compañía de Jesús decidió que las actuales y patrimoniales instalaciones del Instituto de Ciencias en su histórica ubicación de más de medio siglo por Ávila Camacho eran “obsoletas”. Por lo tanto se podían vender y destruir.Es conveniente recordar que, aunque la propiedad legal es de los jesuitas, la propiedad moral del colegio pertenece a toda su comunidad: desde los padres de familia que ayudaron a costear el plantel, hasta las más de medio centenar de generaciones de alumnos pasados por la institución, sus familias, los maestros y los empleados diversos. Y los futuros alumnos.La ocurrencia del cambio consiste en lo siguiente: vender con pingües ganancias el actual colegio para ser destruido, obtener el “regalo” de un terreno absurdo por parte del patrimonio de toda la comunidad del ITESO, realizar allí un pretensioso colegio. Ignorar cualquier oposición razonada, de manera por demás autoritaria.Las consecuencias del cambio serían como sigue: ubicación del colegio en el extremo de la periferia poniente de la mancha urbana. Aumentar el deterioro ecológico y urbanístico de esa zona; marginar a todos los usuarios que no tienen auto o medio de transporte efectivo para llegar al muy lejano emplazamiento. Apoyar expresamente a las clases privilegiadas que habitan exclusivamente la zona; tomar partido por el discriminante y socialmente nocivo sistema de “cotos” destinado a ciertos estratos “exclusivos.” Gastar una cifra exorbitante en las nuevas y lujosas instalaciones. Dar un pésimo ejemplo a la sociedad en general.Alternativa real y varias veces sugerida a los jesuitas (Padre General en Roma, Provincial en México, Rector I de C, Rector ITESO, comunidad de la Compañía en Guadalajara): Adecuar eficazmente las instalaciones para las actuales necesidades, objetivo totalmente viable. ¿Cómo?: densificando razonablemente el actual predio y sus edificios, optando -como tantos colegios de aquí y de todo el mundo- por utilizar instalaciones deportivas alternas. Con esto se logra: preservar la diversidad social del Colegio, mantener su vocación incluyente y promotora de la justicia y del orden urbano; preservar con las adecuaciones pertinentes una obra del ameritado arquitecto Julio de la Peña; aprovechar con responsabilidad una trascendental obra pública como es la Línea 3 del Tren Ligero, la que dará al Colegio una extraordinaria accesibilidad y conectividad con todos los estratos sociales.¿Cómo pueden los jesuitas salir del atolladero y corregir un gravísimo yerro? Deteniendo el proyecto del cambio. Dando a conocer su programa real de necesidades sin agendas ocultas, convocando a un concurso arquitectónico abierto para adecuar de manera óptima, y con un costo mucho menor, las actuales instalaciones.Mucho predican los jesuitas lo que llaman “deber de inteligencia” y “discernimiento”. Es hora de que, frente a la sociedad, pongan la muestra. Inteligir, entender a la ciudad, al patrimonio común, a su responsabilidad social, a la trascendencia de la coyuntura. Y discernir con valentía. De lo contrario, el baldón que caerá sobre el desempeño histórico de la Compañía en Guadalajara será muy grave, y permanente.Desde esta columna se plantea un respetuoso reto para que los anteriores planteamientos -reiteradamente hechos aquí- sean atendidos y RESPONDIDOS pública y puntualmente por algún miembro de la Compañía autorizado (voto de obediencia) a hacerlo. Este espacio está a sus órdenes. Aquí esperamos, enfrente de la gente.jpalomar@informador.com.mx
