Después de una pausa de varias semanas de aislarnos del acontecer noticioso, nos reintegramos a las reflexiones informativas cotidianas que desde hace dos años y medio me permiten publicar aquí en El Informador. Y en el regreso a la ‘cruda’ realidad, no encontramos nada nuevo, por el contrario, la temática es la misma y en algunos casos los planteamientos se agravan y se convierten en riesgos innecesarios que pueden tener consecuencias para el país.No vayamos lejos. Solo remontémonos al jueves pasado, cuando el inquilino de Palacio Nacional se envolvió en la bandera del patriotismo, recordó la invasión española de hace 300 años, la de los franceses, y la de los estadounidenses, ‘gritando’ a los cuatro vientos lo “importante para recordar, no olvidar lo que significa nuestra soberanía”, a propósito del ‘sobado’ tema desde las mañaneras sobre los cárteles delincuenciales, el trato que les quieren dar desde Washington y la postura e interpretación asumida desde las verborreas matutinas.Y con la advertencia de que “nadie tiene derecho de someter a otro país”, nos involucró a todos los mexicanos y amenazó que nos ‘levantaremos en armas’ e iremos a las trincheras para impedir la ‘invasión’.Otra pataleta, otra ridícula postura y vergonzante posición que confirma que quien dirige los destinos de México, llegó por un ‘fatal’ accidente y no tiene la mínima capacidad de ocupar la posición que hoy ocupa y que nuestro país merece una mejor representación, de acuerdo a los valores y capacidades que tiene y merece nuestra República.En los 30 meses en los que hemos colaborado casi todos los días, el 90 por ciento de nuestras reflexiones a las noticias han tenido como protagonista a quien ahora porta en su pecho inmerecidamente -aunque sí legalmente- la banda nacional. Y una reflexión bien analizada, es dejar de hablar del ‘merolico’ de las mañaneras y mejor dedicar este espacio que nos proporciona este prestigioso medio a temas menos irritantes y abordar los asuntos que hablen de aquello que tiene más interés y que merece también nuestra atención. Así que a partir de mañana, nos olvidaremos de quien esperamos pronto se vaya a su añorado rancho -La Chingada- y hablaremos de cosas más trascendentales, siempre y cuando las circunstancias no nos obliguen a retroceder en la intención.¿Usted, qué opina? Daniel Rodríguez daniel.rodriguez@dbhub.net
