Viernes, 19 de Abril 2024

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Gracias a la vida

Por: Sergio Oliveira

Gracias a la vida

Gracias a la vida

“Gracias a la vida”, que me ha dado tanto, dice la cantautora chilena Violeta Parra. Hoy, casi 21 después de haber empezado a trabajar en el periodismo sobre autos, he vivido algunas experiencias más que placenteras y que jamás se me van a borrar de la mente. Todas me hacen sentir absolutamente afortunado, puesto que la mayoría era parte de un sueño tan lejano como improbable, mientras que otras ni siquiera pertenecían al mundo de mi imaginación. Una de ellas, la viví la semana pasada.

El primer deseo que se transformó en realidad fue visitar el salón del automóvil de Detroit por primera vez, en 1998, invitado por General Motors. Desde niño, como lector asiduo de la revista brasileña Quatro Rodas, veía ese festival de novedades, con los autos que conduciríamos en el futuro y mi imaginación volaba. Quería estar ahí un día, por más lejano que esto fuera para un niño de clase media en la no precisamente rica región nordeste de Brasil. Al cruzar las puertas del Cobo Center en esa ocasión, me fue muy difícil contener las lágrimas en la primera de muchas alegrías que el mundo de los automóviles me iría a proporcionar.

Conducir un Cadillac -un Seville 99- fue otra. Igual pasó con el primer Mercedes-Benz, un C 200 Kompressor 1998, verde oscuro. Muchos más le siguieron como el primer BMW, un 540 iSport; el primer Audi -de hecho el primer coche que probé como periodista- un A4 1998.

Tampoco me olvidaré del día en que manejé un Nissan GT-R en Estoril. Estaba lloviendo y esto solo me hizo recordar aún más la primera victoria de Ayrton Senna en la Fórmula Uno, justo en ese circuito, bajo lluvia, al mando de su Lotus JPS negro.

Jordania, Italia y México

En el año 2000, Peugeot me invitó al salón de Ginebra, que hoy en día es el único que se mantiene realmente fuerte en Europa. Pero el platillo principal fue ir a Jordania, donde conduje, junto con uno de mis más queridos amigos, Juan Manuel García Rubio, el entonces nuevo 607, un gran sedán con el que yo entonces juraba que Peugeot usaría para regresar a Estados Unidos. Manejarlo al lado del Mar Rojo, flotar en el agua extremadamente salada del Mar Muerto apenas compensaron el hecho de que, pese a estar a tan sólo 20 kilómetros de distancia de Petra, no nos permitieron ir por cuestiones de seguridad.

En abril pasado apenas, otro de esos sueños inimaginables se hizo realidad, cuando Ferrari me invitó a conducir el 488 Pista en la mítica pista de Fiorano, que pertenece a la marca y fue construida alrededor de la casa del comendador Enzo Ferrari.

La semana pasada, en el centro del país, más precisamente en el deslumbrante Estado de Michoacán, otro de esos sueños impensables se hizo realidad, al conducir el Suzuki Swift Sport en la zona de curvas llamada Mil Cumbres. Con la carretera cerrada para nuestro paso por la Policía Federal de Caminos, pudimos disfrutar un buen auto en su plenitud, conociendo sus capacidades reales, sin detenernos por la posibilidad de que viniera tráfico del otro lado, usando ambos carriles para tomar la tangente perfecta, conocida en el argot de los coches como “ápex”. Hoy, tres días después, sentado en la computadora para escribir esto, me descubro aún sonriendo como niño que acaba de recibir el más deseado regalo en Navidad.

Nunca fui de realizar una “bucket list”, esa lista de deseos que algunos tienen de cosas que hacer antes de morir, pero puedo decir que si la hubiera hecho hace más de 20 años, mi imaginación no hubiera sido suficiente para considerar la posibilidad de hacer muchas de las cosas que viví.

Todo esto lo debo a ustedes y a dos de mis pasiones: mi esposa y los automóviles. A todos muchas, muchas gracias.

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