Viernes, 19 de Abril 2024

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¡Feliz cumpleaños, Will!

Por: Martín Casillas de Alba

¡Feliz cumpleaños, Will!

¡Feliz cumpleaños, Will!

El 23 de abril de 1564, hace cuatrocientos cincuenta y cinco años, nació William Shakespeare en Stratford-upon-Avon, el dramaturgo más importante de la era isabelina y de todos los tiempos.

En vida logró escribir treinta y siete obras de teatro, cuatro poemas líricos y ciento cincuenta y cuatro sonetos donde podemos encontrar una gran cantidad de cosas y de casos para escoger aquello que venga a cuento según edad, sexo y estado de ánimo, de tal manera que podamos armar nuestro rompecabezas con las piezas que a cada quien le corresponde tener, de cada uno de los cuatro elementos con los que estamos formados: tierra (lo instintivo), agua (lo emocional), aire (lo poético y musical) y fuego (lo espiritual).

Imaginemos que Shakespeare -escribió Stephen Greenblatt en Will in the World o El espejo de un hombre- se encontrara desde la infancia fascinado por el lenguaje, obsesionado por la magia de las palabras con las que podía oír cosas que otros no podían, para establecer, desde que era niño, asociaciones con las que quedaba inundado de un placer únicamente suyo.

El latín cubría la cultura, el civismo y la movilidad ascendente. Era la lengua de las ambiciones paternas, la moneda universal del deseo social y, la manera de aprenderlo, era en la primaria, cuando los hacían leer e interpretar obras de teatro como eran las comedias de Terencio y Plauto.

De éste último han de haber interpretado Los dos Menecmos, pues, desde entonces, le llamó la atención la combinación lógica y la vertiginosa confusión de esa obra que fue la base para que él escribiera su primera comedia en 1593 como La comedia de las equivocaciones en donde incrementó el lío con dos parejas de gemelos, en lugar de una como lo hizo Plauto.

La escuela a la que iba era de varones (como en mi época con los maristas en el Cervantes o los jesuitas en el Patria). Los compañeros de Will interpretaban el papel de las mujeres y cuando en esa obra de Plauto... “Epidamno se pelea con su esposa y va a visitar a su amante, al besarla, los chicos hermosos pican y con su aguijón inoculan secretamente un veneno, el veneno de la incontinencia”, como anotaba uno de los biógrafos de Shakespeare.

Cuando era niño lo que se presentaba en el teatro eran los “entremeses morales”, sermones seculares que mostraban las terribles consecuencias de la desobediencia, la ociosidad o la disipación. Will aprendió a darles nombres a sus personajes que resonaban en el escenario: Dolly Tearsheet o la Muñeca Rompe-sábanas, o Jane Nightwork, Juana Trabaja-de-noche, etc.

Cualquier drama que valiera la pena debía de tocar algún tema trascendental relacionado con el destino humano, y, en segundo lugar, que no sólo les llegara a la élite culta, sino a los artesanos, campesinos o los soldados que pagaban su penique para ver la obra parados alrededor del escenario.

El Vicio era la gran figura subversiva de las moralidades que siempre estuvo en la mente de Will: Hal le llama a Falstaff “el reverendo Vicio, la cana Iniquidad”, por todo esto, dice Greenblatt, nos podemos imaginar que aprendió de las obras morales algo que fue esencial para su arte: descubrió que la frontera entre la comedia y la tragedia es permeable, así como, la emoción del miedo tenía que ir mezclado con el placer transgresor.

Lo amantes perdidos en el bosque de Arden del Sueño de una noche de verano recuerdan los rituales de la fiesta del Primero de Mayo, entre otras cosas que nos hacen pensar que, sin duda, las experiencias infantiles fueron fuente inagotable de metáforas además de lograr con esa acumulación de impresiones visuales y sonoras, como las percibió en sus primeros años, para construir en el tiempo el sentido de magia del teatro.

Con el libro de Greenblatt hemos podido conocer la vida de Shakespeare a través de sus obras que han sido fundamental en la nuestra y por eso, el deseo de celebrar de esta manera su cumpleaños.

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