Miércoles, 15 de Octubre 2025

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Ese es mi pueblo

Por: Diego Petersen

Ese es mi pueblo

Ese es mi pueblo

¡Ese es mi pueblo! exclamó López Obrador tras el mitin en Poza Rica cuando en coro le respondieron lo que él quería escuchar. Más allá de la pequeña ridiculez de llamarles mis asesores de política internacional, la frase encierra dos cosas muy preocupantes, por no decir aterradoras.

La primera sin duda es que el pueblo es bueno y sabio cuando está de acuerdo con el líder. Pero ¿qué pasará cuando esos mismos estén en desacuerdo con alguna política del Gobierno de López Obrador? Pasarán en automático y por decreto a engrosar las filas del conservadurismo, da igual lo que piensen; hoy la ideología no es una forma de pensar sino de estar frente al poder. Es claro que ante la andanada de críticas la semana pasada por ser muy rudo con España por no ofrecer disculpas y muy condescendiente con los insultos del presidente Trump, López Obrador necesitaba que alguien le dijera que tenía razón. Y quien mejor que el pueblo. Los expertos me critican, pero el pueblo me apoya. El pueblo es sabio; el pueblo piensa como yo, ergo soy un sabio y tengo la razón.

El papel de los medios es, entre otras cosas, mostrar esas cosas que no van bien, no para molestar a los gobernantes, sino simple y llanamente para regresarlos a la realidad

Pero más delicado que este juego retórico de autoafirmación es el adjetivo posesivo: “Mi pueblo”. Ya bastante preocupante había sido aquella expresión de “Yo ya no me pertenezco, pertenezco al pueblo”, pero ahora es el pueblo quien le pertenece a él. Adjudicarse la propiedad, creerse dueño de las voluntades, es algo que sucede con cierta frecuencia a quienes viven en el escenario. Mi público, mis fans, mi gente querida suelen decir los cantantes y otros trabajadores del show business, El Presidente entró ya en esa lógica del mal del escenario.

Como muchos otros políticos, López Obrador se alimenta de la gente. Es el aplauso, el apapacho, el reconocimiento de quienes ven en él una esperanza lo que le hace tener la vitalidad que tiene, pero también perder piso. Los políticos tienen, todos, un problema grave de percepción de la realidad, entre otras cosas porque su círculo cercano se convierte en un espejo que solo refleja las ideas, buenas y malas, del líder. El papel de los medios es, entre otras cosas, mostrar esas cosas que no van bien, no para molestar a los gobernantes, sino simple y llanamente para regresarlos a la realidad. El mundo, para bien de todos, no es como decimos los medios, es sin duda mucho mejor. Aún así, ese mundo suele parecerse más a la realidad que el que nos venden los políticos.

En algo tiene razón López Obrador: el pueblo, ese que él quiere ver como una voz unívoca, no perdona, porque compuesto por personas de carne y hueso, ciudadanos diversos y plurales que no tienen dueño, cobran caro la falta de resultados y votan -unos con la cabeza, otros con el estómago y no pocos con el corazón- por sus propios intereses, grandes o pequeños, pero todos igualmente válidos.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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