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Elección 2018, ¿fraude anticipado?

Por: Jorge O. Navarro

Elección 2018, ¿fraude anticipado?

Elección 2018, ¿fraude anticipado?

Al consumirse los días de campaña por la Presidencia, se consolidan fenómenos que pasan a ser propiedad del imaginario popular. Ejemplo son las encuestas (todas) que ubican favorito a Andrés Manuel López Obrador. La tarea no es revisar si es puntero, sino con cuántos puntos aventaja.

Pero él mismo ha alentado que otro fenómeno electoral pase a ser patrimonio social: la aseveración de que si no es triunfador, sólo puede ser resultado de un fraude. Implantar esa idea y cultivarla para que se convierta en certeza opera de modo negativo en muchos sentidos.

Frases del candidato puntero como “soltar al tigre” en plena referencia a un estallido de violencia si se permite un fraude electoral; o también entregarle la banda presidencial “con los dientes apretados”, y la nueva: “sólo algo gravísimo” puede explicar que no gane la elección, significan más polarización. Y términos prácticos, condicionan el resultado de la elección.

De aceptarse ese supuesto, no queda otro resultado válido; no podría haberlo porque de presentarse, estaríamos ante una trampa, una falla fatal en el sistema.

El tema debe revisarse más allá de un discurso de campaña, más allá de una postura que resulta de la estrategia. Si un candidato encuentra que es más rentable amenazar, hay un vicio de fondo. Tan sólo habría que analizar el presupuesto para advertir el absurdo.

El Instituto Nacional Electoral (INE), árbitro y organizador de estas elecciones —las más grandes de la historia en el país, con tres mil 400 cargos en juego— solicitó y obtuvo un presupuesto para 2018 que alcanza 24 mil 215 millones de pesos. De esa cantidad, a los nueve partidos políticos con registro les entregaron seis mil 789 millones, y se añaden los recursos que cada estado de la República entrega, a su vez, a partidos políticos con registros nacional y estatal.

Difícilmente se puede hallar una nación en el planeta que gaste cantidad tan enorme de recursos públicos en organizar sus elecciones, pagar su sistema de partidos y elegir a sus gobernantes y representantes. Absurdo. Y lo es más en un país desigual y socialmente injusto.

¿Y todo para que el proceso electoral no sea confiable y su resultado se tache anticipadamente de fraudulento?

Es cierto que Andrés Manuel López Obrador tiene razones sobradas para sospechar y resentir ataques; para denunciar trampas y usos ilegales de recursos. Pero su método no ofrece cambios.

Una réplica

En Palestra 20 del pasado 27 de marzo, anoté que en el equipo de campaña del candidato a gobernador Enrique Alfaro, aparece Ricardo Gutiérrez Padilla, segundo director del Imeplan, quien dejaba así su proyecto de buscar la Rectoría de la UdeG.

Él se comunicó y aclara (extracto): “Mi propósito de contender por la Rectoría General de la Universidad de Guadalajara, permanece inalterado (…). En estos meses del proceso electoral, tendré como prioridad las necesidades de Jalisco y de sus habitantes. Y una vez electo el próximo gobernador, retomaré el proyecto de cambio profundo de la Universidad, para convertirla en una institución pública renovada, que se dedique —esencialmente— a cumplir con las tareas que los jaliscienses le hemos encomendado. Sigo adelante y seguiré siempre adelante, en la búsqueda de esa transformación”.

Réplica recibida.

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