Jueves, 09 de Octubre 2025

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Elba Gómez (letras de Tepatitlán)

Por: Maya Navarro de Lemus

Elba Gómez (letras de Tepatitlán)

Elba Gómez (letras de Tepatitlán)

Whiskey

«Con la soledad a cuestas, la orfandad como su herencia, enroscado en su tristeza, vive Whiskey tu partida.

Con la cola entre las patas busca abrigo de su amo, gime, llora, araña con enojo tu puerta, ladra desgarradoramente… no hay respuesta, él no sabe que te has ido.

Tu mejor amigo era, según tus propias palabras. Hoy, tu amigo se arrellana sin decencia en tu sillón, sus pequeñas fauces son arma mortífera para quien ose ocupar ese espacio.

Casi no come tu perro, no apetece cosa alguna, sobrevive, estamos ciertos, de esperanza, no le halagan los paseos, ni los huesos como premio y mucho menos las perras. Le teme al baño forzado, al jabón para las pulgas, al cepillo que adoraba y odia el chirriar de los grillos.

Es sutil la paradoja; es tan pequeño tu perro y fue tu gran compañero, cómplices a veces eran, otras de juego adversarios.

Este es tu perro hoy en día; gruñón, terco, solitario, con el pellejo pegado al esqueleto. No, no lo reconocerías, no es el mismo Whiskey que alegró tus últimos días y que con entusiasmo compartido hizo de ustedes los dos mejores amigos.

Si preguntaras qué es Whiskey para la familia, te diría que es un pedacito de ti que quiso quedarse un poco más entre nosotros.

Elba Gómez. La autora comparte un relato sobre la vida y el acercamiento a las mascotas.


Así que… tranquilo papá, cuidaremos muy bien a tu amigo.»

Esta es la historia de Whiskey, nuestro perro, mitad raza chihuahua, mitad ratonero, la historia de cómo transitó (y creemos que superó) la etapa de duelo luego del deceso de su amo don Hilario. Siendo un cachorro asustadizo llegó a nuestra casa e inmediatamente tomó posesión de cada rincón de ella, marcando su territorio a pata alzada, no hubo en ese entonces espacio en el hogar que no tuviera el clásico olor a orines, tampoco se salvaron de sus destrozos, plantas, zapatos y los juguetes de Natalia.

Para don Hilario la compañía de Whiskey era tan importante como los cuidados que le prodigaba a su mascota, además de vacunas y visitas al veterinario le cocinaba él mismo sus alimentos… al perro de marras nunca le gustaron las croquetas, y cada domingo su amo le obsequiaba un sobre de alimento especial.

Hombre y animal llegaron a desarrollar una conexión  tan importante que si alguna persona no era grata para Hilario, Whiskey no le permitía acercarse a su amo; en cambio, el primero afirmaba con entereza “entre más conozco a la gente, más quiero a mi perro”. Así pasaron tres años. Luego llegó el tiempo de la partida de Hilario.

Si para la familia fue difícil la etapa posterior a la muerte del pilar, para Whiskey también. Comenzó a comer y dormir poco y a aullar lastimeramente, luego vino la etapa de adelgazamiento extremo y una andanada de pulgas sobre sus huesos, tuvo moquillo del que por fortuna sobrevivió. Erupciones, urticaria y zonas sarnosas y sangrantes sobre su piel hicieron de nuestra otrora lozana mascota una enclenque caricatura. Ya no era capaz de sostenerse en pie; y surgió la disyuntiva, si dejarlo consumirse por sí sólo o darle la oportunidad de una muerte asistida, pero el recuerdo de don Hilario nos hizo tomar otra decisión. Habían pasado ocho meses.

Sabedores de que el estado de salud física de todo ser viviente lo condiciona la salud emocional, y en aras de que Whiskey reaccionara, decidimos hacerle oír un audio con la voz de su amo… el perro cayó en un estado catártico por una semana. La recuperación fue lenta, dolorosa; ganar peso, pelo y energía llevó casi dos años, aunque la mirada triste permaneció.

Debido al cambio de residencia de la familia, surgió la necesidad de buscar un hogar adoptivo para Whiskey, obviamente tendría que ser el mejor, puesto que si ya el desprendimiento estaba siendo doloroso para la familia, por lo menos aliviaba un poco tener la certeza de que su perro estaría bien. Hace seis meses Whiskey vive con Rubén, ¿o Rubén vive con Whiskey?, el orden no importa; ellos se entienden, se divierten, se cuidan, se complementan. En compañía de Rubén Whiskey ha vuelto a sonreír. Sí, a sonreír, porque nuestro perro es uno de esos perros que sonríen.

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