Viernes, 19 de Abril 2024

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¿El tequila prehispánico?

Por: José M. Murià

¿El tequila prehispánico?

¿El tequila prehispánico?

Un precioso cuadernito de la autoría de mi amigo Claudio Jiménez Vizcarra, que incluye un trabajo sobre el origen del “vino mezcal”, me ha hecho volver a pensar en el tema y revisar los argumentos en favor del origen prehispánico del proceso de destilación.

Siempre he escrito que todo parece indicar, hasta la fecha que los conquistadores, ansiosos de echarse buenos tragos, encontraron la solución al descubrir que el corazón de ciertos agaves (“métl” en náhuatl y “ki” en maya) era partido y cocinado para ser ingerido como golosina. Todavía de joven me tocó comprar pedacitos por muy pocos centavos en el mercado Corona y comerlos tal cual.

El dulce sugirió muy pronto que su mosto podría destilarse, como se hacía en el Sur peninsular desde que Arnau de Vilanova introdujo en Europa el conocimiento árabe de la destilación para obtener “espíritu de vino” o alcohol.

También es cierto que dicho proceso no fue bien visto, dado el argumento de que los indígenas se emborrachaban y, la razón verdadera de no entorpecer la venta de los aguardientes, principalmente los andaluces, a la mano del puerto de Cádiz. De que hubo “tabernas” indígenas no cabe duda, pero hasta la fecha lo más probable es que dataran de mediados del siglo XVI.

Reiteradas prohibiciones las hubo, como lo dice el historiador Mota Padilla, lo que dio lugar a que fuesen indígenas que vivían remontados y menos a la mano de la justicia española quienes se abocasen a elaborarlo con pocas dificultades, pero ello no nos garantiza que su fabricación fuese prehispánica, como si hay testimonios fidedignos de la segunda mitad del siglo XVI, doscientos años antes de que vinieran el Marqués de Altamira y Pedro Sánchez de Tagle, señalados casi como inventores del tequila con el patrocinio de la Casa Cuervo.

Por otro lado, los vestigios prehispánicos fehacientes, como los aportados por Isabel Kelly, en los que se basan algunos, no son concluyentes. Entre ellos hay unas ollas a las que se les ha atribuido la función de alambique, lo cual niega categóricamente Otto Schöndube, su discípulo preferido y hoy por hoy el arqueólogo más calificado sobre el Sur de Jalisco y los descubrimientos de Kelly.

Peor es aún la tesis de que primeramente se destiló con el alambique “filipino”. Con toda seguridad que, cuando Legazpi hizo su viaje en 1564, ya se destilaba en el Occidente de México, lo cual no niega la posibilidad de que la técnica del Sureste asiático se haya usado después para hacer “vino de coco”, pero no de mezcal.

En suma, la tesis indigenista de que en el centro de lo que hoy es México ya se destilaba mil setecientos años antes que en España reclama todavía mucho trabajo y descubrimientos más contundentes. ¡Ojalá que pudiera demostrarse pronto con toda solidez…!  

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