Viernes, 19 de Abril 2024

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El poder embriaga

Por: Guillermo Dellamary

El poder embriaga

El poder embriaga

El exceso de alcohol embriaga; el exceso de poder trastorna la mente.

Desde tiempos remotos se ha observado lo que produce el poder en la mente de los que lo poseen, sean políticos, empresarios, líderes o personas famosas. Tanto como para obtenerlo, como para ejercerlo, altera los estados cognitivos y psicoemocionales.

El deseo de poder genera una codicia especial que motiva a hacer lo que sea necesario para conseguirlo, no importa el cómo lo hagas; el fin justifica el medio. Generalmente genera una neurosis por el poder que se manifiesta en una obsesión ansiosa por conseguirlo. Se está dispuesto a una tenaz lucha para conquistarlo, incluso llegando a realizar acciones inmorales y francamente abusivas, incluso despojando a los demás de su dignidad con tal de apropiarse de lo que tanto necesitan. Una obsesión neurótica por el poder puede llegar a crear trastornos significativos en la personalidad.

Por ello se ha insistido mucho en que debe de existir un protocolo de salud mental para revisar el estado mental de los aspirantes a importantes cargos de la administración pública y a todos los candidatos a elección popular. Tal y como se hace desde hace muchas décadas en las empresas a través del departamento de recursos humanos. Ya desde la Primera Guerra Mundial se sabe que muchos ejércitos excluían a los reclutas con rasgos psicopatológicos.

Es tanta la responsabilidad que tiene una persona ya con el poder en sus manos, que se necesita de constatar que su mente está en óptima condiciones para su ejercicio y así evitar los estragos que ocasiona el poder en las mentes débiles y vulnerables, a pesar de su inteligencia, cultura y prestigio.

David Owen, quien fue ministro de Exteriores británico y, a su vez, neurólogo, estudió la relación entre el poder y los trastornos mentales que publicó en su obra “En la enfermedad y el poder” en la que describe desde el inicio de una megalomanía hasta una paranoia acentuada, debido al ejercicio del poder.

Los que aspiran y acaban por obtener mucho poder, aunque no sean muy capaces, acaban creyéndose como si lo fueran, por lo que suelen desarrollar conductas narcisistas y prepotentes, características que, según Owen, acaban constituyendo un síndrome conocido como Hubris, que incluyen inmadurez psicológica con una cultura pobre o escasa pero se sienten superiores, aumentan la visión subjetiva de los problemas, se manifiestan con necesidad de sentir afecto y de ser admirados y propensos a ser frágiles, por lo que necesitan obtener y acumular más poder.

El síndrome de Hubris incluye el ser egocéntricos con un aire de exceso de confianza en sí mismos, suelen ser impulsivos e imprudentes y con aires de superioridad, a veces oculta en una falsa humildad. Con el poder sienten que pueden derrotar a sus opositores a costa de lo que sea, sin importar a quiénes afecten. Sostenerse en el poder es lo que más les interesa, pueden fingir intereses genuinos por beneficiar al pueblo, cuando en realidad están ansiosos por cumplir sus proyectos personales y trascender.

El tema es complejo y sí es indispensable valorar lo que les sucede con el poder y qué tanto se altera su consciencia y su correcta percepción de la realidad.

El inconveniente es que aún la sociedad y los estados no contamos con los mecanismos para limitar sus acciones y despojarlos, a tiempo, del poder antes de que realicen atrocidades con él.

dellamary@gmail.com

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