Claudia Sheinbaum ha mantenido desde su llegada a la Presidencia de México una legitimidad histórica y niveles de aprobación que no tienen precedentes en décadas recientes.Diversas encuestas muestran que su popularidad se mantiene entre el 68% y 85% a lo largo del último año, un respaldo que trasciende la base tradicional de Morena e incluye sectores opositores. Tal fortaleza responde a factores como la continuidad de políticas sociales robustas, su defensa visible de derechos y una reputación de integridad personal que la distingue de sus predecesores.Este periodo de estabilidad política ha estado acompañado por una creciente presión de Estados Unidos, especialmente tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca con un enfoque renovado de exigencias sobre seguridad, migración y comercio. Trump ha propuesto aranceles de hasta 30% sobre productos mexicanos, llevando la relación bilateral a un plano en el que la seguridad nacional ocupa el centro del diálogo y condiciona el ambiente económico, forzando respuestas inmediatas y contundentes del Gobierno mexicano.Bajo este escenario, la agenda presidencial de Sheinbaum ha perdido margen propio frente a las prioridades impuestas por Washington. Si bien intentó impulsar reformas en ámbitos como justicia, energía y derechos humanos, el contexto ha obligado a su administración a enfocar la respuesta pública y política en temas de seguridad y migración, desplazando parcialmente otras prioridades. Curiosamente, esta subordinación parcial de la agenda nacional no ha disminuido su popularidad: la percepción de que enfrenta la presión estadounidense con firmeza ha contribuido a preservar su respaldo social.Uno de los cambios más evidentes se observa en la política de seguridad. Sheinbaum, si bien reivindica el legado de López Obrador, ha dejado atrás la impronta de la filosofía “abrazos, no balazos” y ha recurrido -por necesidad y cálculo- a tácticas de mano dura: mayores detenciones, operativos amplios, uso intensivo de las Fuerzas Armadas y una actitud proactiva contra el crimen organizado. Este endurecimiento se presenta como una “ofrenda” política para demostrar cooperación ante Estados Unidos y buscar contener los riesgos arancelarios, al tiempo que alinea su gobierno con las nuevas exigencias externas.Estas estrategias han tenido efectos internos fuertes. Las recientes investigaciones han afectado a figuras públicas asociadas al obradorismo clásico y actores del movimiento con peso específico como Adán Augusto López, Ricardo Monreal y el hijo del ex presidente, debilitando el ala dura del movimiento y reforzando el control central de Sheinbaum sobre Morena. La presión estadounidense, irónicamente, ha facilitado su capacidad de reconfiguración política, minando resistencias internas y consolidando nuevas lealtades basadas en pragmatismo ante el nuevo entorno.@DelToroIsmael_
