Viernes, 26 de Abril 2024

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El agua nunca es el agua

Por: Arturo Curiel Ballesteros

El agua nunca es el agua

El agua nunca es el agua

Ramón Vargas en 2005, al inicio del Decenio Internacional para la Acción, “El agua, fuente de vida”, 2005-2015 (Naciones Unidas, 2004), plantea que la Cultura del Agua implica una mayor comprensión y organización social a diferencia de la visión de las ingenierías enfocada a la satisfacción de una demanda que pertenece al campo del desarrollo hídrico (Vargas, 2006). Su frase “El Agua Nunca es el Agua” invita a imaginar las múltiples dimensiones del agua, como punto de partida para arribar a una cultura desde una concepción amplia, como la definía Herbert Marcuse: un proceso de humanización, caracterizado por el esfuerzo colectivo por proteger la vida humana (Marcuse, 1986).  

Desde ahí, vale resaltar que la vida humana depende de la vida de este planeta, que al mismo tiempo es resultante del punto triple del agua -gas, líquido y hielo- (Webster, 1994); y se constituye punto de partida de una educación que consiste en comprender que el sentido de lugar de la Tierra, es el agua. Que el agua es el componente que nos define como habitantes de este planeta. Convertir el agua en objeto de estudio es abrir una puerta hacia la alfabetización humana. Leer, dialogar y explicar el agua, permite en gran medida comprender nuestras formas de existir y habitar nuestro territorio.  

Estudiar y comprender la presencia, los usos y funciones del agua, implica comprender la propia historia de la vida y de la humanidad. La interdisciplina se erige como la conversación necesaria entre las ciencias para arribar y comprender un mundo interconectado por agua.
El agua interconecta el cielo con la tierra, la atmósfera con la litosfera, las nubes y lluvia con la humedad del suelo; interconecta el cielo con el mar, la atmósfera con la hidrósfera; interconecta a todas las formas vivas.

De esta forma, el agua implica representar la realidad como un sistema, que articula cinco subsistemas: climático, geomorfológico, edafológico, biológico y urbano.

Y conforme pasa por estos subsistemas el agua adopta formas y colores diversos. En la actualidad se reconocen tres colores de agua (Schneider, 2013): 1. Agua azul, que es la encontrada en lagos, ríos, reservorios y acuíferos, es usada para varios propósitos, incluido el agua de beber, agua para las casas o negocios y para riego; 2. Agua verde, es la que se encuentra disponible en el suelo para las plantas y microbios del suelo, absorbida por las raíces y regresada a la atmósfera a través de la transpiración; y 3. Agua gris, que es la que ha sido usada de manera previa y que puede contener algunas impurezas, es el agua residual de las casas, ciudades e industrias que ha sido tratada.

El enfoque de esta clasificación tiene una racionalidad de uso del agua; pero desde los colores del agua, también resulta importante considerar el agua blanca, que forma parte de los polos del planeta y que cumplen, por su color, una función determinante en el equilibrio del clima en la Tierra; además, conviene para la interconexión, visualizar el agua que forma parte del mar, de la humedad en la atmósfera y la constituyente de los organismos vivos.    

Diríamos que el agua es lo más importante del planeta, ya que una cuarta parte de la energía que recibe del sol, es transformada en movimiento del ciclo hidrológico - alrededor del 25 por ciento de la energía solar entrante sale de la superficie a través de la evaporación, moléculas de agua líquida absorben la energía solar y cambia de fase líquida a gas- (NASA, 2016).

El agua tiene además, la memoria de la vida, pues es la misma desde que apareció la primera forma viviente, no se ha creado más de la que siempre ha existido. De esta forma, el agua que está en nuestro cuerpo -inclusive antes de respirar, ya estábamos en contacto con el agua, en el vientre materno-, es la misma que ha pasado por infinidad de formas vivientes: bacterias, hongos, plantas, animales. El agua nos acompaña durante toda la vida.

Si como lo dice Wagensberg (2014), comprender es la mínima expresión de lo máximo compartido, entonces el agua es nuestro mejor material didáctico para comprender la vida.

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