Domingo, 19 de Mayo 2024

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Educar, acción y efecto de abrir o cerrar escuelas

Por: Augusto Chacón

Educar, acción y efecto de abrir o cerrar escuelas

Educar, acción y efecto de abrir o cerrar escuelas

A Jacques Delors, político francés que fue, entre otras cosas, titular de la Comisión Europea durante diez años, en 1996 la UNESCO le encargó hacer un estudio, al frente de una comisión internacional, sobre la educación de cara al siglo XXI, al informe correspondiente lo tituló: La educación encierra un tesoro, el nombre, por supuesto, no es arbitrario, deja inferir algo que luego de 25 años no ha perdido vigencia: aquélla es tesoro en un cofre que no terminamos por abrir. Del estupendo libro que en 2014 publicaron el ITESO, el Gobierno del Estado, Jalisco, y el CONACyT: Desarrollo socioafectivo y convivencia escolar, de Cristina Perales Franco, Eduardo Arias Castañeda y Miguel Bazdresch Parada, tomamos la cita siguiente de aquel informe Delors, ofrece señas particulares de la esperanzadora e inaprehensible, según la miraron quienes pergeñaron aquella investigación: “la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida serán, para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir en el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge de los tres anteriores. Por supuesto, estas cuatro vías del saber convergen en una sola, ya que hay entre ellas múltiples puntos de contacto, coincidencia e intercambio.”

Recurrir al libro Desarrollo socioafectivo y convivencia escolar es entendible y necesario con el tema del “regreso a las aulas” estimulando los discursos políticos y la estrategia anticovid. El debate que supondríamos tendría que suceder alrededor de la educación -entendida según el texto referido de Delors- se ha centrado en la cerrajería: abrimos o cerramos las escuelas (caricaturizamos; porque algo sí se ha dicho sobre lo emocional, la salud mental, la violencia intrafamiliar, las matemáticas y el español). Escribieron Perales, Arias y Bazdresch: “la convivencia como proceso de humanización es una meta esencial de la educación que ni puede ser abarcada desde la normativa solamente, ni puede reducirse al ámbito exclusivo de aula, sino que está presente en todos los espacios, mediatos e inmediatos, que conforman la escuela.” De este modo, con La educación encierra un tesoro y el Desarrollo socioafectivo (que delinea una de las estructuras sugeridas por el primero: la escuela, sus aulas y los espacios mediatos a éstas), podemos intentar responder a la pregunta: qué será de México con las y los niños y jóvenes condenados por la pandemia a más de un año de escuelas cerradas. Aunque, planteado así, luce como semilla para una serie tragicómica de las que están de moda en las plataformas a través de Internet; para musicalizarla tenemos para elegir, piezas de filmes de horror, por ejemplo, las que se escuchan cuando el vampiro está a punto de alimentarse a través del cuello de su víctima, o las cuerdas dolientes que oímos, creación de Manuel Esperón, con todo y el llanto y los gritos de dolor de Pedro Infante, en la escena en la que éste lamenta la muerte de su bebé, el “Torito”, en Ustedes los ricos, consultable en YouTube.

A lo largo de los años no han sido inaudibles las voces de madres y padres de familia exigiendo más participación en los contenidos de la educación que reciben sus hijos: aumentar los que tienen que ver con religión y disminuir, si no es que desaparecer, los relacionados con la sexualidad. También durante muchos años no han sido pocas las peticiones de los integrantes del magisterio para que las mamás y los papás complementen y apoyen la educación con la que sus retoños son adornados, aparentemente, en las escuelas. Sea pues, respondió SARS-CoV-2, contribuiré para que los dos bandos cumplan sus anhelos. Pero, qué pasó en este lapso con los que quedaron en medio, los educandos. Seguro respecto a la sexualidad las redes sociales e Internet abonaron bastante, y mal, y en cuanto a la espiritualidad, no podemos especular, apenas preguntar, ¿habrán hecho algo, bueno, los padres?

Se antoja imaginar que a estas alturas las y los profes deben estar armando, los casi 80 mil que en Jalisco están contratados, un reporte magnífico sobre esta etapa, rica para quienes están obligados a observar procesos educativos, ojalá desde el ángulo Delors, incluida una reseña sobre la concurrencia de la familia como suplemento para la educación que el gobierno afirma proveyó por tele e Internet y que propició lo que denomina: “contacto”, ése que los docentes cuentan tuvieron con la mayoría de sus alumnos, unido al que no tuvieron con los otros, los que no quisieron o no pudieron acceder a esa vertiente nueva del modelo educativo: el “contacto”.

La condición inusitada en la que la pandemia nos colocó, de ésas que se presentan una vez cada cien años, nos propuso la ocasión para mirar el desarrollo, o no, de los “aprendizajes fundamentales” (aprender a aprender, a hacer, a vivir juntos y, sobre todo, aprender a ser) esos para los que la escuela no es imprescindible y que el sistema educativo, sin renunciar a la sana distancia, pudo haber promovido intencionalmente valido de las decenas de miles de maestros que, a partir de reflexionar sobre su práctica y su conocimiento de los estudiantes, pudieron confeccionar un esquema de acción-evaluación a la medida, junto con aquellos que las circunstancias volvieron aliados obligados y explícitos: las mamás y papás, las tutoras y tutores que, al cabo, se quedaron sin una guía adecuada para realizar eficazmente su parte. Si hoy en educación estamos ante el ensanchamiento de la brecha de desigualdad, frente a un descenso del nivel, en alguna medida se debe, quizá, a que consciente o inconscientemente optamos por ello.

agustino20@gmail.com

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