Viernes, 19 de Abril 2024

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EL INFORMADOR; el papel del papel un siglo después

Por: Diego Petersen

Decía el gran Tomás Eloy Martínez que un diario que no tiene un proyecto de país y de ciudad es solo un periódico más, uno de esos que están destinados a aparecer y desaparecer, pero no a trascender. Un periódico, hoy como hace 100 años, está hecho para informar, pero su misión última es transformar. Hoy no podemos entender a EL INFORMADOR sin Guadalajara ni a Guadalajara sin EL INFORMADOR. Nuestro diario encontró en esta ciudad no sólo el medio ambiente idóneo para desarrollarse como un gran periódico y una gran empresa, sino su causa y su razón de ser.

No es fácil para una empresa, sea cual sea su giro, pero menos aún para un periódico, llegar a los 100 años. Son muchos los obstáculos en el camino, no sólo de índole político, también empresarial. Sobrevivir los vaivenes de la política es siempre complicado; adaptarse a las necesidades del mercado, adoptar los cambios tecnológicos, resistir las tentaciones y cantos de la moda, lo es mucho más. Porque un diario es tan libre como la empresa que le da sustento. 

Sentenció el fundador Le Monde, Hubert Beuve-Merry, que en el periodismo la objetividad no existe, la honestidad sí. Honestidad frente a la información, frente a los lectores, frente a los anunciantes. Honestidad sobre todo frente a la comunidad a la que nos debemos. Es esa honestidad básica la que crea confianza. Hoy se habla de crisis en los medios de comunicación, de falta de credibilidad, de caída en los índices de lectoría, de nuevas tecnologías que amenazan los modelos de negocio. Todo es cierto, pero la salida a esta coyuntura no está en la tecnología ni en los procesos, está en la credibilidad, en ser capaces de mantener la confianza de los lectores y conquistar la de los nuevos. 

En su discurso por los 100 años, Juan Carlos Álvarez del Castillo Barragán dijo que EL INFORMADOR es el espejo en que Guadalajara se ha reflejado cada mañana para responder a la pregunta básica: ¿Cómo amanecimos hoy? Pero además de ser el espejo de la ciudad EL INFORMADOR, como todos esos grandes periódicos profundamente vinculados con su comunidad, es el gran constructor de puentes, el que comunica a los unos con los otros: une a los que piensan igual y conecta a los que piensan distinto.

A Carlos Álvarez del Castillo le gusta decir que Steve Jobs se murió dejando la tarea a la mitad. Que nos cambió la vida, pero no terminó de construir los nuevos caminos por los que transitaría la información. Y es muy cierto: estamos en medio de un proceso que hoy por hoy nade sabe dónde desembocará. Me atrevería incluso a decir que ni siquiera sabemos si desembocará en algún lado.

“Nadie ha logrado entrenar a su perro con un Ipad”. El chiste circula en las redes sociales a manera a de epitafio para los diarios de papel. Y es cierto, las tabletas tampoco sirven para madurar aguacates ni limpiar vidrios. Las nuevas tecnologías no son una amenaza, la verdadera amenaza es no entenderlas y no reconocer cuál es el papel del papel en el concierto de la información. Nosotros entendemos que nuestro papel es la reflexión, la comprensión de los fenómenos y la conexión de las ideas; hacer del caos informativo un discurso significativo en la plataforma, tiempo y lugar que el lector lo necesite.

Por eso, cuando me preguntan qué va a pasar cuando se acabe el papel mi respuesta es simple: No lo sé. Lo que sí sé es que EL INFORMADOR estará ahí para contarlo.

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