Miércoles, 24 de Abril 2024

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Dworkin y las cadenas

Por: Cesáreo Escobedo

Dworkin y las cadenas

Dworkin y las cadenas

Ronald Dworkin (1931-2013) fue uno de los filósofos del derecho más relevantes y polémicos del siglo XX. Sus aportaciones a la teoría del derecho no pueden ser subestimadas y su legado debe ser recordado por las futuras generaciones. Estudiemos grosso modo su visión del derecho.

Dworkin consideró que el derecho debe ser interpretado necesariamente de una manera creativa. Opinaba que ver al derecho desde una óptica interpretativa era la única manera de dar cuenta de los desacuerdos teóricos. Para este filósofo del derecho, todos los derechos son el producto de la historia de una comunidad política, por lo cual existen antes de que los jueces tomen una decisión.

La interpretación creativa de Dworkin se divide en tres grandes pasos. En un primer lugar, la fase pre-interpretativa es aquella que se encarga de identificar los conjuntos de hechos o conceptos antes de darle un sentido. Posteriormente, la etapa interpretativa es la etapa crucial, dentro de la cual se le atribuye el sentido a un conjunto de acciones. Finalmente, la etapa post-interpretativa se enfoca en proveer un uso o ajustes al sentido previamente adquirido.

Una de los grandes postulados de Dworkin es la idea del “derecho como integridad”. Para llegar a esto, los jueces deben cumplir necesariamente con los principios de equidad, justicia y debido proceso. Los jueces fungen como autores que toman y continúan escribiendo la novela donde el juez anterior la dejó. Esto implica que los jueces deben aplicar el derecho bajo su mejor luz tomando en cuenta los antecedentes y a partir de estas poder generar nuevas y más atinadas respuestas.

Dworkin reconoce que más allá de lo que se encuentre explícitamente constatado en una norma, en algún momento los jueces tendrán que recrear ciertas exigencias considerando sus propios universos axiológicos. Es aquí cuando vale la pena recordar lo que este personaje denomina como el “juez Hércules”. Este juez, quien deberá ser necesariamente virtuoso, toma en cuenta la idea de la novela en cadena, siempre consciente que sus decisiones y su papel representan meramente un eslabón en una cadena que tiene un antes y un después. Hércules examinará con imparcialidad los derechos de ambas partes, tomando en cuenta que estos derechos existen con anterioridad al surgimiento del conflicto.

En muchas ocasiones la teoría y la práctica son mundos distintos. Nuestros jueces naturalmente no pueden ser el juez Hércules, pero sí pueden aspirar a interpretar el derecho bajo su mejor luz en cada escenario. De la misma manera, tanto los jueces como la ciudadanía en su totalidad debemos reconocer que somos meramente un eslabón en la historia de nuestra civilización. Así, como diría F. Scott Fitzgerald, “y así seguimos, luchando como barcos contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado”.

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