Lunes, 21 de Abril 2025

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Dos tradiciones y el tiempo

Por: Jonathan Lomelí

Dos tradiciones y el tiempo

Dos tradiciones y el tiempo

No soy religioso, no en el sentido tradicional, pero comparto el asombro de nuestra existencia. Lo que más me intriga, sobre todo, es el paso del tiempo.

En 2008 acudí como reportero novato de cultura a San Martín de Hidalgo, Jalisco, para cubrir los “Tendidos de Cristos”. Este sábado regresé al poblado –17 años después– como visitante.

El pueblo, a una hora de Guadalajara, tiene una tradición centenaria y única en el país. A partir de las tres de la tarde del Viernes Santo, hora en que murió Cristo según el catolicismo, más de 60 familias abren las puertas de sus casas a los visitantes.

Sus salas, cocheras y cualquier rincón de su vivienda se convierte en una capilla para velar el cuerpo de Cristo. Las efigies han pasado de generación en generación, literal, por siglos.

Las familias tienden su Cristo en una cama de laurel entre veladoras y naranjas agrias con clavos de olor; ramas de sabino y sauz custodian cada efigie. Un intenso aroma a copal enluta la atmósfera.

En 2008 tendieron 38 Cristos, según escribí como reportero; la mitad superaba los 100 años de antigüedad. Este 2025 tendieron 62 Cristos.

Tanto a mis 25 años como a mis 42 quedé impresionado ante el Cristo San Salvador, una efigie datada del siglo XVII, según la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente en un análisis realizado en 2018.

Sergio Zepeda, cronista del pueblo, me relató que este es uno de los cuatro Cristos con más de 400 años de antigüedad. Pertenece a los hijos de don Malaquías García, su último dueño ya fallecido.

En el pequeño cuarto con muros de adobe y piso de tierra, la familia García te recibe y te permite tocarlo, algo impensable para una reliquia de museo. Una de las hijas de don Malaquías me dijo que nada más lo limpia con algodón; el resto del año cuelga en su sala.

Presenciar esa escena me transmitió una sensación que sólo puedo describir como el vértigo –y milagro– ante el paso del tiempo.

En esta ocasión había pocos visitantes. Prácticamente sólo locales. Varios pobladores lamentaron la escasa difusión de esta tradición, declarada en 2016 Patrimonio Cultural de Jalisco.

Ese mismo viernes por la tarde presencié la puesta de Sol en la Presa Ojo De Agua, en El Tepehuaje, a unos minutos de San Martín de Hidalgo.

Otra tradición, ésta reciente, consiste en que grupos de jóvenes se reúnen a beber junto al espejo de agua. Se estacionan en batería, ponen música a todo volumen y beben tequila.

Mientras paseaba puse atención a la música. Al fondo, un poco apartados, un grupo de jóvenes cantaba la letra inconfundible que corearon decenas hace unas semanas en el Auditorio Telmex: “Soy el dueño del palenque/ Cuatro letras van al frente/ Soy del mero Michoacán/ Donde es la Tierra Caliente/Soy el Señor de los Gallos/El del cártel jalisciense”.

Dos tradiciones y el paso del tiempo. Una desafía el pasado y la otra refleja nuestro presente, no menos asombroso.

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