Martes, 23 de Abril 2024

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Difícil no acostumbrarnos

Por: José Luis Cuellar de Dios

Difícil no acostumbrarnos

Difícil no acostumbrarnos

A raíz del reciente hallazgo, uno más, de una bolsa conteniendo restos humanos, fenómeno que por cierto ni es infrecuente ni es privativo de Jalisco, el señor Cardenal de Guadalajara Francisco Robles Ortega ha hecho una recomendación a la población que textualmente dice: “creo que estaría muy mal acostumbrarnos a vivir estos acontecimientos producto de la violencia, fruto del desprecio a la vida”.

Prioritaria, prudente y procedente la recomendación del señor Cardenal, pero… uno se pregunta: ¿Cómo evitar no acostumbrarnos a sucesos trágicos y llenos cada vez de más crueldad? Cuando cotidianamente la violencia es tema de medios enterándose toda la comunidad, lo mismo los niños, los jóvenes, los profesionistas, las amas de casa, en pocas palabras, se entera todo ciudadano que viva en cualquier municipio del Estado principalmente en los del Área Metropolitana de Guadalajara; lamentablemente, con independencia de estratos sociales, económicos o culturales, la violencia afecta, física y emocionalmente a toda la población.

No hay duda de los grandes y diversos esfuerzos que las autoridades han hecho por combatir este cáncer, este flagelo social, sin embargo para mal de todos, la enfermedad avanza, así lo confirman las cifras, las locales y las nacionales. Como “no acostumbrarnos a vivir estos acontecimientos” cuando es un secreto a voces el reclutamiento de jóvenes para servir a los planes del crimen organizado, el involucramiento de ciertos policías que han traicionado a la sociedad que terminan por afectar no solo el ámbito familiar sino el social, el comunitario.

Según el diccionario costumbre es: “forma de comportamiento particular que asume toda una comunidad”, es indudable que la ciudadanía asume que la violencia puede tocar la puerta de cualquier hogar, escuela, centro de recreo, en la misma calle y además que quizás se presente en la forma de la mayor crueldad, de aquí que resulta verdaderamente difícil sustraerse al fenómeno, quedando solo el refugio de tomar toda clase de medidas preventivas y charlar en los senos familiares y sociales acerca de todo tipo de medidas incluyendo la forma de entender el fenómeno como un manifestación de descomposición de valores.

Quizás la recomendación del señor Cardenal camine en el sentido de recuperar, renovar y sostener valores morales y comportamientos éticos que o bien, se han debilitado o se han perdido. Toda mala acción nace de un agravio, en el caso de la violencia ese agravio es en parte la maldita corrupción que se ha metido no hasta la cocina sino hasta la propia sala de muchos hogares, si a esto sumamos que en épocas donde la tecnología de la comunicación logra informar con lujoso morbo cada acción de violencia, resulta imposible que no sea conocida hasta con el más mínimo de los detalles.

Los medios de comunicación, dada su ínsita tarea aportan su influencia a través de la responsabilidad de informar puntualmente cada crimen cometido. El reto es gigantesco ya que el crimen organizado se ha convertido en una hidra de Lema, solo que esta no cuida la entrada al inframundo sino que tiene abierta de par en par las puertas a la maldad sin que hasta la fecha aparezca un Hércules salvador.

Amén del costo de vidas, muchas vidas y del espectáculo mas allá de lo dantesco, vale la pena preguntarnos si se ha llegado al punto de que muchos seres humanos buscan el poder terrenal antes que ser personas de bien, sin duda que se han olvidado muchos de los eternos absolutos: la moral, las buenas costumbres, la razón, le religión, la ley. Cuidado, cuidado.

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