Viernes, 26 de Abril 2024

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Diez de mayo

Por: Gabriela Aguilar

Diez de mayo

Diez de mayo

Este jueves es 10 de mayo y para muchas mamás no hay mucho que celebrar. En Jalisco hay alrededor de tres mil personas desaparecidas. Las cifras oficiales hablan de 30 mil en México. Los números asustan, pero es peor pensar lo que significa ese conteo en lo individual. Es doloroso imaginar cómo sobreviven esas mamás a una pérdida así.

Un hijo que falta en casa deja un vacío que nada ni nadie puede sustituir: es como si te arrancaran una extensión de tu propio cuerpo. A veces hasta la sola idea de un bebé que no se logra es bastante dolorosa, ahora imaginemos la incertidumbre de nunca volver a ver a alguien que criaste, que viste crecer y a quien acompañaste con todo tu amor. Imaginemos lo que es regresar a una habitación vacía, llena de los objetos y memorias de quien no puedes regresar. Despertar sobresaltada creyendo que ahora sí escuchaste la voz de ese hijo que esperabas, sólo para descubrir que no es verdad. Y pasar día tras día imaginando qué haría ese hijo al regresar del trabajo, en navidad o al cumplir años.

El puro ejercicio alcanza para dejarnos con un nudo en la garganta. Lo peor es que al final queda la pregunta de siempre: ¿por qué tiene que ser así? Esto no es una película de terror que hemos visto en el cine, es una situación cotidiana en la ciudad que habitamos. A los gobiernos ya no les servirá afirmar que los desaparecidos son personas que lo decidieron así, porque las circunstancias han llegado al punto de no retorno.

Es imposible llegar a la Glorieta de los Niños Héroes y no sentir escalofríos desde que le cambiaron el nombre

Es imposible llegar a la Glorieta de los Niños Héroes y no sentir escalofríos desde que le cambiaron el nombre. Pero si ya de por sí le quedó el aura de tristeza y de reclamo permanente, es difícil explicar con palabras el dolor que rodea a este monumento después de la marcha de este viernes 4 de mayo, en la que las madres de los desaparecidos se hicieron presentes. Esta manifestación pacífica y silenciosa dice más que cualquier otro pronunciamiento. Las madres que se han sentido solas al presentarse ante una autoridad, de pronto reciben la energía de miles de personas que les aseguraron que somos muchos quienes compartimos su angustia y quienes queremos que esos hijos regresen a donde pertenecen.

No todo puede ser una pérdida de tiempo: esta solidaridad que hace mucho no veíamos, todas estas madres que se toman de los brazos para avanzar durante las marchas, el grito de esos jóvenes que no se extingue (¡Queremos paz! ¡Queremos paz!), tiene que servir para que la situación cambie. Somos más los que queremos un país sin miedo. Y de nuevo: eso está por encima de cualquier Gobierno.
 

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