Desde que ganó la elección en noviembre, y más puntualmente desde que tomó posesión del Gobierno de Estados Unidos hace cinco semanas, el presidente Donald Trump se ha dedicado a amenazar y destruir acuerdos previamente tomados. Dato curioso: el rey del bullying es mucho más benévolo con sus enemigos que con sus aliados. A sus socios comerciales les quiere imponer aranceles de 25 por ciento; a China sólo del diez. A Ucrania, el país invadido por Rusia, lo quiere obligar a negociar en los términos que marcó el Gobierno de Putin. Pero ¿qué tan eficiente es esta política?Comencemos por Ucrania. Después de la maltratada al presidente Zelensky en la Casa Blanca frente a los medios, a Europa no le quedó otra salida que cerrar filas en torno a Ucrania. La Unión Europea tiene claro que la gran amenaza para ese continente es Putin y que la relación con su antiguo gran aliado, Estados Unidos, está hoy en su peor momento desde la Segunda Guerra Mundial. Si algún país europeo dudaba de la importancia de apoyar a Ucrania, después de la escena, planeada o improvisada, en el Salón Oval, hoy tiene más clara que nunca que la apuesta es Europa.México hizo todo para evitar los aranceles, incluyendo mandar a 29 capos del crimen organizado con una inexistente figura jurídica que apela a la seguridad nacional. Canadá ha sido absolutamente prudente en su respuesta a los insultos del presidente estadounidense que ha querido rebajarlos a la importancia de un Estado de la unión americana. Si a pesar de todo, hoy se aplican aranceles de manera unilateral, se habrá roto el acuerdo comercial más importante del mundo. México y Canadá tienen muy claro lo que pierden. Para los dos países es, por supuesto, una tragedia económica. Lo que no está claro es qué gana Estados Unidos imponiendo una guerra arancelaria.Trump parece dispuesto a romper el orden mundial para plantear una nueva correlación de fuerza. El riesgo es del mismo tamaño que la apuesta. ¿Cuál es el límite de las bravatas? El que pongan los afectados. Si hoy Trump confirma los aranceles a México y Canadá la afectación será para los tres países. Nunca ha sido buena idea agujerar la barca en la que vas navegando. Si, primero se hundirá la popa, donde vamos los mexicanos, luego se hundirá Canadá, pero al final también ellos, pues somos una misma región económica interdependiente construida a lo largo de 30 años. China, Rusia y la India deben estar esperando con ansia la destrucción del T-MEC.Pocas cosas le gusta tanto a los políticos como crear problemas para luego vendernos la solución. La pregunta es si Trump y su inexperto Gobierno tendrán la habilidad política para salir de la telaraña que están construyendo.diego.petersen@informador.com.mx