La obsesión de los políticos modernos no es resolver los problemas, sino cambiar la conversación. Lo que les importa es que se hable de lo que ellos quieren, no entender y cambiar la realidad. Tanto el gobierno federal como el de Jalisco creían haberse anotado una gran victoria porque impusieron, “haiga sido como haiga sido”, la versión de que el Rancho Izaguirre en Teuchitlán era solo un campo de entrenamiento y no de exterminio. Pero la realidad es terca, y la verdad tarde o temprano flota.Dos trabajos periodísticos publicados esta semana, el libro Testigos del Horror, la verdad que se quiso ocultar en el Rancho Izaguirre, de Sandra Romandía (Grijalbo, 2025) y nuevos testimonios de lo que sucedía en el Rancho La Vega, recogidos por Pablo Ferri en El País, ponen de nuevo sobre la mesa de la opinión pública la tragedia del reclutamiento forzado y el exterminio sistemático de personas que el crimen organizado ha perpetrado y perpetra todos los días en Jalisco y en gran parte del país.A partir de testimonios de sobrevivientes del Rancho Izaguirre, el libro de Romandía permite establecer que rancho Izaguirre no solo era un centro de reclutamiento y exterminio, tal como lo denunciaron los grupos de buscadores, sino que es parte de una gran red de predios dedicados a reclutar, entrenar y aniquilar jóvenes en varios municipios de Jalisco, Zacatecas y Nayarit con la complicidad de autoridades municipales, estatales y federales. El jefe del Cartel encargado de estos campos de entrenamiento y exterminio nunca ha sido detenido.Pablo Ferri en El País rescata testimonios de los 38 jóvenes “rescatados” del Rancho de la Vega, y que no es distinto a lo que sucedía en Izaguirre y otra decena de predios más. Contra la falsa idea difundida por las autoridades de que se trataba solo de campos de entrenamiento y ahí no se mataba a nadie, el testimonio de F.J.F.L. resulta más que ilustrativo: “Uno de los captores dijo que había de dos, o seguir un adiestramiento de tres meses, o un balazo en la cabeza”.Entender la desaparición y hacer que las autoridades hablen de ella es el primer paso para resolverlo. Mientras los políticos festejen la reducción de homicidios y se nieguen a hablar de los desaparecidos; mientras los ciudadanos no exijamos que se hable de estos delitos, miles de jóvenes seguirán siendo objeto de engaños, desaparición, reclutamiento forzado y atroces asesinatos que dejan a las familias en la indefensión y en el dolor eterno.PS. A propósito del artículo del jueves pasado Las aguas agitadas de la UdeG, Román Munguía Huato, una de las personas ahí mencionadas como asesor de los estudiantes, solicitó derecho de réplica. En seguida presentamos la carta completa del maestro Munguía.Respuesta al artículo: Las aguas agitadas en la UdeGRomán Munguía Huato