No a un partido de Estado, dice Claudia en su primera carta apostólica a los morenos, una larga misiva de la Presidenta a la dirigencia de su partido enviada hace unos días, pero dada a conocer apenas ayer. Sheinbaum, quien pidió licencia al partido en septiembre pasado para dedicarse a su función de Presidenta de la República, dejó de lado la licencia, o mejor dicho se dio licencia para intervenir en la vida de Morena.La primera carta a los morenos se da en un contexto en que el partido parece caminar con lógicas propias, no necesariamente las del proyecto de la Presidenta, pero sobre todo con vicios que recuerdan cada día más al viejo PRI, ese al que pertenecieron López Obrador y muchísimos de los que hoy tienen poder (el líder de los senadores, Adán Augusto López, el de los diputados, Ricardo Monreal y la mayoría de los gobernadores de Morena) y al que combatieron Claudia Sheinbaum y los llamados herederos del 68, que si bien a estas alturas nadie sabe qué significa eso, eran claramente antipriistas.En el decálogo, Claudia habla de sus preocupaciones sobre el derrotero de Morena. Más allá de las propuestas, algunas de las cuales parecieran rayar en la ingenuidad pero que no son sino la excusa para condenar algunas conductas, como la de no hacer campañas de espectaculares (te hablan Andrea para que oigas Chávez) o que los legisladores no acudan a eventos internacionales con recursos del erario, lo central está en tres puntos: No convertir a Morena en Partido de Estado, no al amiguismo, al influyentismo y al nepotismo, y no a la colusión con el crimen organizado.Si la Presidenta puso en la carta los tres puntos es porque está viendo esas conductas en el partido que la llevó al poder. La red de tráfico de influencias más conocida es la de Andrés Manuel López Beltrán, el secretario de organización del partido, pero no es la única. Los vínculos con el crimen organizado, el punto más escueto y menos desarrollado en la carta, se convirtió en motivo de preocupación por la evidencia que comienza a circular alrededor de algunos gobernadores, muy concretamente Rocha en Sinaloa y Villareal en Tamaulipas.No hacer de Morena un partido de Estado depende, paradójicamente, mucho más de la Presidenta que del partido. Es a ella quien le toca evitar que los programas sociales y los trabajadores de la Secretaría del Bienestar se confundan con el partido, comenzando por los famosos chalecos morados; es la Presidencia la que le toca fomentar la pluralidad y la escucha; es desde la Presidencia, concretamente la mañanera, desde donde se ataca a los periodistas y críticos con adjetivos y no con argumentos; fue ella quien, en un abuso de poder, pidió investigar al ex presidente Zedillo por una supuesta grabación de su esposa haciendo tratos de narcomenudista (mucho menos claros, por cierto, que las del ex esposo de Claudia Sheinbaum, Carlos Ímaz, recibiendo dinero en efectivo para una de las campañas de López Obrador).Bienvenida la carta de la Presidenta a los morenos, aunque cuando se trata de convertirse en faro moral siempre es bueno comenzar por uno mismo.