La nota de la jornada electoral del domingo fue, sin duda, la reaparición en la escena pública del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Fue la primera vez que se dejó ver en público desde que dejó el poder hace ocho meses, el 30 de septiembre pasado, y, por supuesto, se presta a cualquier cantidad de interpretaciones. Su presencia en la casilla y sus declaraciones posteriores tienen mucho para especular, pero la pregunta en realidad es qué hubiera pasado si no aparece, cuál era el mensaje si el presidente que inventó la elección judicial no hubiera votado.No tenía opción. López Obrador tenía que votar sí o sí en una elección donde lo más destacable ha sido la poca participación, y no podía hacerlo sino en la casilla especial de Palenque, pues si lo hubiera hecho en el domicilio de su credencial en la Ciudad de México, la interpretación habría sido que sigue en la sede del poder y, por tanto, que sigue mandando. Obligado a aparecer en público, la pregunta entonces es si fue correcto o no que diera declaraciones a la prensa. Por más flores que le haya echado a Claudia Sheinbaum (“tengo que hacerles una confesión, tenemos a la mejor presidenta del mundo”, dijo), lo cierto es que le robó los reflectores a Sheinbaum: fue más nota, por supuesto, la reaparición de AMLO que una declaración insulsa de la Presidenta.Por supuesto que el Presidente pudo haber dicho que no haría comentarios, y todo mundo hubiese entendido el silencio como un gesto de prudencia. La Presidenta más popular de la historia reciente no necesitaba que el expresidente la adulara, menos aún que le diera un espaldarazo. ¿Por qué decidió hablar?Los resultados de las elecciones municipales de Veracruz y Durango no son una buena noticia para Morena. Los conflictos internos en Veracruz, donde la gobernadora Nahle y el exgobernador García se dieron con la cubeta, les pasaron factura. En Durango, el jaloneo fue entre Morena y el PT que, si bien al final se presentaron juntos, dejaron muchos heridos en el camino. Por donde se vea, la escasa participación en la elección judicial y el retroceso en Veracruz y Durango son un mal resultado para los líderes del partido que dejó López Obrador, Luisa María Alcalde y su hijo Andrés Manuel López Beltrán.El mensaje no es “¡qué buena Presidenta es Claudia!”, sino “no se olviden que el líder de este movimiento soy yo”. Salir del ostracismo fue una decisión consciente y un mensaje para todos aquellos morenistas, particularmente del equipo de Claudia Sheinbaum, que tienen la peregrina idea de que se puede modernizar el partido Morena y que incluso el partido puede trascender al movimiento de López Obrador.