El populismo y el chauvinismo son muy malos consejeros cuando se trata de temas que van más allá de las administraciones, de la capacidad de decisión de los gobernantes en turno. El agua es uno de ellos.Limitar el aumento de tarifas de agua solo a la inflación, como lo propuso el gobernador Lemus, no solo implica matar a la Comisión de Tarifas, que se creó en el sexenio de Aristóteles Sandoval justamente para sacar las consideraciones políticas de una decisión que amerita una visión de largo plazo, que vaya más allá de los sexenios y de la próxima elección. Enrique Alfaro obstruyó el trabajo de la comisión desde que era presidente municipal de Guadalajara, y ahora Lemus le dio la puntilla con las declaraciones recientes. Por la razón que sea, el gobernador y los alcaldes tienen una opinión distinta sobre cómo debe tratarse el tema tarifario. Es perfectamente válido; lo que no se vale es tener a ciudadanos trabajando en el estudio de las tarifas para luego desacreditarlos, como lo han hecho.Al grito de “el agua de Jalisco es de los jaliscienses”, los sucesivos gobernadores de Ramírez Acuña a Alfaro se envolvieron en la bandera del Estado para sentirse niños héroes por unos días. Las consecuencias de esa visión corta y chauvinista nos tienen ahora en un nuevo dilema. ¿Con qué argumento le vamos a decir a Guanajuato y a la Federación que León no tiene derecho al agua del Lerma, cuando nosotros les negamos el agua del Verde? Ahora sí que, parafraseando a Borges en su maravilloso poema Los dones, “Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría”, y habrá que seguir, de la Federación que con magnífica ironía / nos dio a la vez el Zapotillo y en el Lerma el abroche. Era evidente que León se iba a ir sobre el agua del Lerma, con la afectación que ello implica para Chapala. Auto-felicitémonos: nos quedamos con una presa carísima, que no nos dará agua suficiente y sin argumentos para pelear el Lerma.Pablo Lemus heredó una situación sumamente compleja y enredada en materia de agua. Es también una gran oportunidad para repensar no solo al SIAPA, sino una nueva cultura del agua. Esa nueva cultura del agua debe estar fundamentada en tres principios: 1) El agua es un derecho humano. Por lo mismo, nadie debería hacer negocio con ella. En el mundo ideal no deberían existir ni los garrafones ni las pipas. Si existen, es porque algo no estamos haciendo bien. 2) La tarifa del agua no es un premio o castigo al ciudadano, sino un instrumento de política pública que permite subsidiar lo que hay que subsidiar y, sobre todo, incentivar el cuidado del agua. 3) El agua no tiene dueño. Todos tenemos derecho al uso del agua y la obligación de regresarla limpia a los que viven aguas abajo. Para exigir esto a los estados de la cuenca -Guanajuato, Michoacán, Querétaro y Estado de México- tenemos primero que cumplir con lo que nos toca.Bienaventurado el que está en el fondo del pozo porque solo le queda ir para arriba, dice Serrat. En materia de agua, el Gobierno de Lemus difícilmente podría haber recibido una situación más desastrosa. Por lo mismo, es también una oportunidad irrepetible para hacer lo que hay que hacer.