Martes, 07 de Mayo 2024
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"Cuentos de miedo"

Por: Carlos Enrigue

"Cuentos de miedo"

Me llama mucho la atención que hace tiempo que no escucho historias de terror, la causa, que creo que ya no se platica, hemos perdido el sentido de la conversación, a menos que usted considere que tiene amenas charlas con su celular, pero debo confesar que el mío es muy chismoso pero no platica nada, así me entero de que en Utah -que no sé donde queda- asaltaron una gasolinera e hirieron al despachador o como quedaron las elecciones en Bielorrusia; es más, los noticieros se han vuelto una especie de museo del crimen, pero crímenes poco interesantes.

A mí me gusta mucho platicar, tanto que si escribo es prácticamente porque no tengo con quien charlar; por eso aprovecho los traslados en Taxi o Uber para tener víctimas que tendrán que oírme durante los trayectos. Los taxistas suelen ser grandes conversadores y los de Uber se me figura que los limitan pero no lo sé.

Uno de las charlas más habituales hace miles de años eran aquellas que les decían “historias de miedo” todo mundo sabía cuando menos una historia de un tesoro, de un aparecido, fantasmas y otras similares: todos habremos tenido alguna vez una premonición o un deja-vu, que consiste en conocer un lugar y sentir que ya lo habíamos conocido o cuando menos sentido una presencia o la sensación de que alguien nos está mirando, simplemente mirándonos sin querer asaltarnos, simplemente viéndonos por curiosidad.

Antes, había gente que contaba historias de este tipo, mi recuerdo más antiguo al respecto era un señor que vagaba por donde fue el Santo oficio (para los jóvenes cerca de las Tortas de Amparito) y por solo diez centavos te contaba la historia de la mujer que bailó con el diablo y no nada más te la contaba sino que por el mismo precio te enseñaba el zapato de la dama, la historia era que una chica fue con un galán a una fiesta sin pedir permiso a sus padres (para los jóvenes pedir permiso era una costumbre que se tenía para cuando querías ir a un lado o con alguien y si te decían que fueras ibas casi todas las veces o si desobedecías te castigaban) pues la chica se fue al baile y por la noche volvió a su casa y la regañaron y fueron al lugar donde se suponía había sido la fiesta y la sorpresa fue que se trataba de una casa quemada, la chica lo negó y los vecinos le dijeron que la casa se había quemado hacía muchos años, por lo que resultaba que el sujeto era nada menos que el mismísimo chamuco; al saber eso la chica confesó haber bailado con el diablo y se cambió de casa viviendo después en el manicomio (así le decían) de San Juan de Dios.

El acto culminaba cuando el sujeto te mostraba un zapato colorado con gran tacón y amplísima plataforma -que entonces no se usaban así-.

Y habrá miles de historias como ésta.

@enrigue_zuloaga

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