Dos de noviembre de 2021, Guadalajara estuvo sosiega; el trajín de sus calles se mudó a los panteones, o se apaciguó en la mera holganza que, viéndola bien, es una manera de honrar a los muertos, al no agraviarlos con los corajes y maldiciones que uno profiere en el acogotado tránsito de esta noble y leal; sí, mala manera de enaltecer a quienes se nos adelantaron en el camino, insultando o deseando surtido rico de sufrimientos a los rivales de volante.Ese martes el sol fue claridoso porque el cielo se sacudió las nubes pardas que días antes inhibían la plenitud del otoño tapatío: sol brillante y dulce, aunque cala, y sombra que impone el suéter. La colonia Lafayette exhibe su mejor talante en la temporada verano-otoño; las casonas añejas son más ellas, como si de pronto se alzaran por entre las miserias arquitectónicas del presente, ajenas a la vulgaridad de la mayoría de los negocios que como pústulas han brotado en el barrio. La calle desde la que miramos consumirse la rutina menguada de aquella jornada, José Guadalupe Zuno, en el tramo entre las avenidas Chapultepec y Unión, es un paréntesis estético: rúa ancha, banquetas hechas para uso de viandantes, vestigios imponentes de un estilo de vida ido y árboles; si no miramos los alrededores, con sus remedos de rascacielos hechos de cartón, podríamos juzgar que estamos en la ciudad más hermosa del mundo.A las 13:30… por cierto, hace mucho que no nos distraen las campanas del templo de La Paz ¿las silenciaron o nos aqueja sordera selectiva? Perdón por la digresión, escribimos la hora y pensamos en campanadas, en relojes de otras épocas y aprovechamos para echar las manecillas en reversa: antes de la una y media varios turistas, inconfundibles, recorrían la calle; pocas señales más venturosas de recuperación de la pandemia, o de olvido conveniente, que ver turistas desenfadados y despaciosos en el túnel del tiempo que la colonia Lafayette tiene montado en algunas de sus manzanas; lo que lleva a una consideración al margen: que ganas de que el Lic. Cosío Vidaurri, en paz descanse, y su socio, Víctor Flores, no hubieran hecho su notaría tan notaría: la mansión que fue, era un gozo, y mientras permaneció deshabitada cualquiera creía que ahí espantaban, hoy nomás asusta al buen gusto.Pero volvamos a las 13:30 del Día de Muertos del año 21 del siglo 21. Escuchamos el ruido del que hacen muchos corriendo y voces a un volumen inusual, sin llegar al grito; miramos a través del ventanal: un hombre delgado, con bermudas y la camisa abierta ondeando, corría a una velocidad que ameritaba sacar un cronómetro, lo seguía muy de cerca otro y atrás de éste una hilera de atletas de ocasión, seis, quizá, corrían sin fijarse en el tráfico. El de las bermudas traía algo en la mano y uno de los rezagados portaba un bat de beisbol, de los de aluminio… cazan al puntero, concluimos; el de la retaguardia, al llegar frente al ventanal-pantalla de cine, dejó de trotar, prefirió caminar, apretaba en su mano unos chacos, par de palos que unidos por un cordón son arma letal para quien domina las artes marciales. A este paso, pensamos, no podrá usarlos, quienes instantes antes estaban por alcanzar al fugitivo, seguramente dejarían pocos huesos por romper, menos músculos por mallugar; en la cara del de los chacos se dibujaba un gesto de dolor y con la mano libre sobaba lo que las abuelas llamaban la rabadilla. Que pasó, escuchamos a un peatón preguntar, lo agarraron tratando de robar una casa, respondió. Jalisco Cómo Vamos y el Observatorio Nacional Ciudadano preparan el reporte de incidencia delictiva que abarca julio, agosto y septiembre de este año; en el municipio de Guadalajara se presentaron 166 denuncias por robo a casa habitación, 18% de todos los que se cometieron en el estado, en el mismo periodo del año anterior fueron 273. Nos preguntamos si esta persecución ciudadana se convertiría en denuncia para mayor gloria de la estadística, o si ennegrecería el registro negro de lo que sólo intuimos. Hace unos meses sucedió algo similar, pero en sentido contrario; mientras en este lance la persecución transcurrió de poniente a oriente, entonces discurrió en dirección del Centro a La Minerva: una mujer trataba de alcanzar a un agilísimo fulano que estaba, como el del martes anterior, para las olimpiadas; ella, desesperada, gritaba: detengan al ratero, párenlo, con lo que logró una carrera de relevos, de algunos canceles salieron acomedidos y el presunto delincuente no aguantó el paso, no alcanzó a reclamar: montoneros, persíganme de uno en uno, en la esquina de San Martín y Efraín González Luna terminó su fuga. Lo sabemos porque uno de la oficina fue al sitio, decidido a intervenir si aparecía un exceso de violencia. No fue necesario. Contó que el fulano parecía urgido de un respirador artificial y quienes lo rodeaban comentaban que la policía iba en camino. No se quedó al desenlace, reconoció que le repugnó la imagen: un astroso arrinconado como fauna nociva, algo de no humano, o demasiado humano, lo ceñía todo. Según el reporte ya citado, sobre la cuenta de incidentes que perpetran los delincuentes, entre julio y septiembre de este año la Fiscalía del Estado recibió 789 denuncias por robo a transeúntes en el municipio de Guadalajara, 42% de los que se denunciaron en todo el estado; en 2020, a lo largo del mismo periodo, fueron 1,367Esta vez, el martes, nadie abandonó el mirador privilegiado que da a la nueva normalidad. Para qué, tan acorralado el perseguido como los perseguidores y los mirones. En tono sombrío podríamos rematar: vimos pasar girones de la estadística, ésa que no incluye el miedo, la ira colectiva y la sensación de desvalimiento que se respiran y permanecen en el ambiente, degradándolo; no, no concluiremos con eso, en cambio, ponemos la otra mejilla: bienaventurados los que habitan y pregonan otra realidad.agustino20@gmail.com