No hay gobierno, sea del PRI, PAN, Morena o MC que no caiga en la tentación de combatir estadísticamente a la inseguridad. Siempre hay una forma de presentar una gráfica para salvar el pellejo, para demostrar que antes era peor, que estamos mal, pero vamos bien, aunque la realidad, cruda y dura como es, diga lo contrario.El secretario de Seguridad Ciudadana, Alfonso Durazo, quiere que veamos en una gráfica manipulada “un quiebre en la tendencia” (lo que hace es comparar universos distintos que generan líneas distintas) cuando la realidad es que en el acumulado anual este es el peor año desde que se mide correctamente este indicador. Para no romper el récord tendríamos que cerrar diciembre con una cifra menor a mil 850 asesinatos, algo que no ocurre en México desde junio de 2016.Pero no caigamos en la trampa del combate estadístico de la delincuencia. Estamos en la segunda peor escalada de la delincuencia de los años recientes. La de la era de Calderón donde la tasa de incidencia de homicidios por cada cien mil habitantes pasó de ocho en 2006 a 23 en 2011, y la de Peña- López Obrador que nos llevó de 17, a la que se había logrado bajar en 2015, a 29 en 2018 y un poco más de eso 2019. La primera se atribuye a la decisión de Felipe Calderón de combatir directamente a los grupos de crimen organizado, la famosa “guerra al narco”. ¿Y la segunda? Tanto Peña Nieto como López Obrador dijeron tener una estrategia distinta, sin embargo, ésta se redujo solo a no hacer lo que hizo el panista: no hubo ni hay una estrategia real con la que el crimen no solo no ha disminuido, sino que va en aumento.Ni los programas sociales ni las reuniones matutinas pueden ser consideradas como parte de una estrategia del combate a la inseguridad. Combatir la pobreza es fundamental, pero no tiene una incidencia directa en los resultados de seguridad; ahí están los números que presenta el propio secretario: los estados más violentos no son necesariamente los más pobres, por el contrario, estados con alto crecimiento como Guanajuato o Baja California están entre los más violentos. Tampoco es cierto que por mucho madrugar se resuelvan los problemas más temprano.Presentar como indicador el porcentaje de asistencia de los gobernadores a las reuniones de seguridad es una tontería, porque otra vez no hay relación alguna entre la presencia del mandatario con los resultados (lo que no acabo de entender es cómo le hizo Claudia Sheinbaum para asistir al 114 por ciento de las reuniones, ¿esto significa que fue incluso cuando no había? Misterio).El error que solemos cometer al analizar el problema de la delincuencia es verlo como un fenómeno aislado y no como el resultado de un cáncer mucho más profundo y grave que es la debilidad del Estado mexicano. Hoy tenemos un presidente más fuerte que nunca y un Estado más débil. El resultado ahí está. (diego.petersen@informador.com.mx)