Jueves, 18 de Abril 2024

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Ciro somos todos

Por: Jaime Barrera

Ciro somos todos

Ciro somos todos

En primera instancia podríamos decir que luego del intento de asesinato contra Ciro Gómez Leyva, uno de los periodistas más influyentes y vistos del país, cualquier otro colega queda vulnerable ante los poderes institucionales o fácticos que así lo decidan para eliminar voces incómodas que señalen sus tropelías.

Pero en realidad la agresión contra el conductor del programa de radio más escuchado en México y con una destacada trayectoria en los medios nacionales más importantes fue una agresión a todos los mexicanos, porque atenta contra su derecho de estar informados, contra la garantía de su libertad de expresión.

Como parte de la desbordada crisis de inseguridad y violencia que se padece en México desde hace casi dos décadas, por el creciente poder que han acumulado las mafias del crimen organizado por la corrupción de nuestra clase política y gubernamental, en el territorio nacional el ejercicio periodístico se ha convertido en una de las actividades de mayor riesgo, incluso más que en países en guerra. Pero ese infierno lo vivían las y los colegas de ciudades medias o pequeñas en donde los grupos de poder o delincuenciales tienen bajo amenaza a medios enteros y matan a quien ose denunciar sus abusos o ilícitas actividades. Así lo reconocían y comentaban en sus medios los propios periodistas de la Ciudad de México cuando ocurría uno de estos arteros, impunes, y cada vez más frecuentes crímenes de comunicadores. Ante las amenazas, sentían que en la CDMX había muchos más recursos en sus medios, atención y visibilidad para conjurar ese riesgo.

Por eso lo que le ocurrió a Ciro la noche del jueves es una escalada en la violencia contra el periodismo, que busca una intimidación al gremio, silenciar la crítica o lastimar a líderes de opinión en busca de generar atmósferas de crisis que sirvan a sus inconfesables intereses.

Como muy pocos colegas, Ciro tuvo el privilegio de conducir un vehículo blindado que le proporcionó su medio y le salvó la vida. De no haber sido así, los cobardes que actuaron desde los sótanos del mal se hayan salido con la suya y estuviéramos con la irritación, el dolor y el sobresalto desestabilizador que no se vivía en la Ciudad de México desde el asesinato, hace casi 39 años, del más influyente columnista de su época, Manuel Buendía Tellezgirón, ocurrido el 30 de mayo de 1984.

El atentado contra Ciro nos debe sacudir a todos en defensa de la más importante de las garantías constitucionales de las comunidades libres como es el derecho a la libertad de expresión. Desde los medios a dominar el miedo para no permitir la intimidación y seguir denunciando los atropellos, vengan de quien vengan, pero también afinar las agendas informativas que reflejen las preocupaciones más sentidas de la sociedad, para ser más empáticos y ganar su aprecio y valoración. La indiferencia de las comunidades al papel y condiciones de vulnerabilidad de los periodistas no ayuda a detener este acoso asfixiante a una actividad, que en muchas regiones del país es el único contrapeso contra malos gobiernos o grupos delincuenciales. Desde el Gobierno, sobre todo en los tiempos de polarización de la 4T, debe venir un cese de los ataques a los periodistas incómodos desde la más poderosa tribuna del país, como es la mañanera del Presidente López Obrador. Es momento que haga caso a sus “buenos amigos” que desde hace mucho le aconsejan parar la guerra contra los medios que lo critican. Es momento que toda esa enjundia la descargue, por ejemplo, contra los capos del crimen organizado, que son el gran factor de esta crispación ensordecedora por los ya incontables episodios de violencia que ocurren a diario en el País, como pasó el jueves cuando Ciro salió de su noticiero y lo quisieron matar y estuvo a punto de no llegar a casa, como pasa a muchas y muchos mexicanos todos los días.

jbarrera4r@gmail.com

Jaime Barrera

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