Jueves, 28 de Marzo 2024

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Alto a la devastación minera

Por: Rubén Martín

Alto a la devastación minera

Alto a la devastación minera

Comprometerse con otra persona para vivir juntos, no necesariamente casarse, suele ir acompañado de gestos románticos como regalar sortijas de oro a la persona elegida. Pero seguramente pocos saben que detrás de este gesto tan típicamente romántico y memorable en la vida de las personas, existe uno de los procesos extractivistas más devastadores para el medio ambiente y perjudicial para las comunidades que han habitado las tierras explotadas.

Cuento esto en ocasión de que el 22 de julio fue el Día Mundial Contra la Minería a Cielo Abierto. Los anillos de oro usados en los rituales románticos necesitan explotar millones de toneladas de tierra. A diferencia del pasado donde esa actividad la realizaban mineros que con sus manos cavaban cerros para extraer el oro y otros metales, ahora la extracción de los metales preciados se realiza mediante la minería a cielo abierto. En México 70% del oro que se extrae es mediante la técnica de tajo a cielo abierto, “que es la práctica más devastadora para los territorios”, según denunció Fundar y distintas organizaciones (https://bit.ly/36Wzocb).

Pocos imaginarán que para hacer posible un anillo de oro de apenas unos gramos, es necesario intervenir la tierra en dimensiones mayúsculas. Cito como ejemplo dos de las minas: la mina del Cerro San Pedro, en San Luis Potosí, tiene un diámetro de 1.5 kilómetros en tanto la mina Carrizalillo, en Guerrero, tiene un diámetro aproximado de 5 kilómetros, de acuerdo con información del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda) (https://bit.ly/3eLv4kn).

“A partir del uso de toneladas de explosivos y maquinaria de tamaño descomunal, estas empresas en muchos casos destruyen serranías completas abriendo grandes tajos”, denunció Cemda en el documento mencionado.

La técnica extractiva de esas montañas de tierra de donde se pretende extraer oro (u otros metales) se lleva a cabo mediante procesos extremadamente destructivos y contaminantes. “Para obtener una onza de oro se utilizan 40 kilogramos de explosivos, se consumen de 150 mil a 200 mil litros de agua y se emiten alrededor de 650 kg de CO2 a la atmosfera, junto con otros gases altamente tóxicos”, se explica en el sitio “Así se ve la minería en México” (https://bit.ly/36Wzocb).

Eso es sólo para extraer una onza (30 gramos). Habitualmente en México, se extrae entre uno y dos gramos de mineral por cada tonelada de tierra explotada. Pero las minas mexicanas extraen toneladas de oro: la mina Peñasquitos, en Zacatecas, saca un millón de onzas de oro al año, mientras que la mina Los Filos de Equinox Gold, en Guerrero, extrae 280 mil onzas al año, según información de Miguel Ángel Mijangos, de la Red Mexicana de Afectados por la Minería (Rema).

Recordemos: para sacar una o dos onzas, es necesario explotar una tonelada de tierra. Es decir, extraer un millón de onzas supone una devastación, extracción y contaminación de dichos territorios de modo mayúsculo.

Los dueños de las minas, agrupados en la Cámara Mexicana de la Industria Minera (Camimex), obviamente, defienden su negocio. Dicen que crean unos 379 mil empleos en el país y que dejan gran derrama económica. Según el informe 2019 de la Camimex, en ese año el volumen del negocio minero fue de 228 mil millones de pesos y aseguran que pagan hasta 18 por ciento de impuestos por sus actividades.

Pero los costos que deja este modelo extractivo son inmensamente más caros que sus supuestos beneficios. En un estudio sobre una mina de oro en Mezcala, Guerrero, los investigadores de la Universidad Autónoma de Guerrero, José Luis Ramírez y Neftalí García, encontraron estos impactos en la minería a cielo abierto.

Como impactos positivos citan la generación de empleos directos e indirectos, subsidios y creación de infraestructura para la comunidad. Los impactos en la vida cotidiana fueron el abandono de la actividad agropecuaria y ganadera, crecimiento de actividades comerciales, surgimiento de conflictos comunales por el pago de tierras utilizadas por la mina, incremento de ingesta de bebidas alcohólicas, aumento de actividades delictivas y prostitución, cambio en las fiestas religiosas y menor cohesión social.

Hubo cambios relevantes a la salud: proliferación de enfermedades dermatológicas por los químicos utilizados en las actividades mineras. Y en el medio físico desaparición de cerros y aparición de oquedades, así como notoria reducción del cauce del río del pueblo.

Lo que ocurre en esta mina en Mezcala, Guerrero, ocurre prácticamente en todas las minas a cielo abierto del país. La minería en general, y más la de cielo abierto, produce enormes costos sociales y ambientales que dejan graves afectaciones a las comunidades donde opera. Es rentable para las empresas porque estas externalizan los costos ambientales (como de por sí opera el capitalismo) pero deja que las poblaciones y la sociedad mexicana en su conjunto, paguemos a un puñado de corporaciones por las ganancias inmensas que deja esta actividad extractiva. Debemos poner alto a la devastación que deja la minería. 

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