Viernes, 26 de Abril 2024

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Agua y jabón

Por: Diego Petersen

Agua y jabón

Agua y jabón

En medio de una sobre mesa, más tequilera que sesuda, sobre el Centro Histórico de Guadalajara, una de las tertulianas dijo sin tapujos: déjense de tonterías, lo que le falta al Centro antes que nada es agua y jabón. Me temo que tiene toda la razón. Cualquier inversión, plan, incentivo, que son por supuesto necesarios y bienvenidos, sirve de muy poco si el Centro está sucio y huele mal.

Las autoridades suelen decir, no sin razón, que una ciudad limpia no es la que se barre mucho sino la que se ensucia poco. Y sí, el Centro tapatío es un lugar muy usado, transitado y vivo. Sigue siendo el principal centro comercial de la ciudad y el punto de cruce de la mayoría de los trayectos de los que habitamos Guadalajara. Sin quitar un ápice la responsabilidad de los que habitamos el Centro en este “empuercamiento” colectivo, es a las autoridades a quienes toca hacer las políticas públicas para el mejoramiento urbano.

Si algo ha quedado claro son las experiencias de otras ciudades, no en Canadá, en Europa, ni en Colombia o Brasil (que suelen ser nuestros referentes urbanísticos y destinos del turismos de imitación) sino en ciudades mexicanas que hoy tienen un Centro Histórico vivo y limpio como Querétaro o Puebla, es que la cultura de la limpieza se contagia, que un espacio limpio inhibe al que ensucia. No vayamos lejos: los mismos tapatíos, somos a la vez usuarios del Tren Ligero y del Centro Histórico. El primero está impecable, no hay un papel, ni un mal olor, el segundo huele a todo.

A finales de la administración de Ramiro Hernández se hizo un esfuerzo serio por limpiar el Centro. Ante la incapacidad de la obesa e ineficiente estructura del Ayuntamiento (un tema del que todos los alcaldes desde 2006 han hablado, pero ninguno ha podido resolver) se tuvo que recurrir a subcontratar los servicios de limpieza. No solo de barrer y recoger basura, sino de limpiar. El Centro tuvo unos meses no sé si de gloria, pero sí al menos de cierta dignidad. Las obras del Tren Ligero hicieron imposible continuar. Las calles abiertas en canal y la polvadera permanente hacían imposible cualquier esfuerzo de limpieza. Hoy con las obras del Tren casi (un casi muy mexicano que sabe a eternidad) terminadas es momento de regresarle al Centro la dignidad y eso comienza por regalarle un poco de agua y jabón, de mantenerlo limpio a pesar de nosotros mismos y un día, sin darnos cuenta cabal de cuándo, veremos que con un esfuerzo decreciente tendremos un Centro cada vez más limpio.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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