Viernes, 19 de Abril 2024

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#AMLORenuncia

Por: Ivabelle Arroyo

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Estoy totalmente en contra de esa consigna. De la idea, quiero decir. Y miren, hay suficientes palabras escritas en este espacio que EL INFORMADOR amablemente me otorga como para demostrar que aficionada a este Presidente no soy. Ni a otros, para el caso. No soy aficionada a quien detente el poder, pero sobre todo no soy aficionada a quien lo detente de forma aplastante y peligrosa como es el caso.

Pero eso es una cosa y otra muy distinta es usar con él las mismas armas que han degradado nuestra convivencia, deteriorado la calidad de nuestra democracia y pervertido nuestra capacidad de exigencia ciudadana.

Pedir que Enrique Peña Nieto renunciara por la tragedia en Guerrero (o por la reforma energética o por el deterioro en seguridad pública) era un despropósito gigantesco.

Exigir hoy que Andrés Manuel López Obrador deje el cargo por un horrendo crimen en Minatitlán (y en Celaya, y en Salamanca más los que se acumulen), o por sus decisiones en materia educativa o por la cancelación del aeropuerto o, incluso por mandar un memorándum que considero violatorio del arreglo constitucional mexicano, también es un despropósito.

Intentaré explicar por qué y pondré énfasis en dos razones. La primera es normativa y la segunda se relaciona con la construcción de ciudadanía.

Nuestra exigencia al Gobierno no puede limitarse a gritarle al Presidente en turno que se vaya a su casa, olvidando que existe su partido y un proyecto político

Primero. El Presidente fue elegido democráticamente. Tiene legitimidad y facultades para impulsar políticas de Gobierno que él considere adecuadas. Si estas no resultan, o los ciudadanos consideran que son insuficientes o dañinas, se puede votar en contra de su partido en 2021 y en 2024. Ese es nuestro arreglo. Es el pacto que pedimos a la autoridad que acepte y es el pacto que aceptamos como ciudadanos. En otras palabras: es nuestro arreglo legal. Nos salimos de eso y ya quiero ver de lo que es capaz el poder que ya no siga las reglas del juego.

La segunda razón es tan importante como la normativa: se trata de la construcción simbólica de nuestra relación con el Gobierno. Exigir que el titular del Ejecutivo (un solo individuo) renuncie cuando hay un acontecimiento trágico o cuando se impulsa una política pública que no nos gusta, es entender todo mal el funcionamiento del Gobierno y depositar en una sola alma la capacidad de arreglar la vida y garantizar la felicidad.

¿Leyeron las últimas palabras? Depositar en una sola alma la capacidad de arreglar la vida y garantizar la felicidad. Esa idea, esa perversísima concepción del mundo es la que le da fuerza a los populismos y a los autoritarismos. Piénsenlo bien. Nuestra exigencia al Gobierno no puede limitarse a gritarle al Presidente en turno que se vaya a su casa, olvidando que existe su partido y un proyecto político, omitiendo las relaciones intergubernamentales entre estados y Federación, y haciendo caso omiso del apoyo que tiene entre ciudadanos que sí creen que un solo hombre arregla la realidad.  ¿Quieren alimentar esta última noción? Pues está bien entonces. Pidan la renuncia de López Obrador. 

(ivabelle@gmail.com / @ivabelle_a)

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