Martes, 23 de Abril 2024

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A nuestra consideración

Por: Laura Castro Golarte

A nuestra consideración

A nuestra consideración

Sabemos que la democracia es el Gobierno del pueblo, es el significado etimológico que ha trascendido desde la Grecia antigua hasta nuestros días. En torno a esta idea básica y de conocimiento generalizado, los gobiernos democráticos se construyen y destruyen, mejoran, empeoran y tienen altibajos. En torno a esta idea también el concepto se deforma, se tergiversa, se manipula, se usa… es pretexto, argumento, justificación y explicación de acciones y decisiones no necesariamente buenas o benéficas para el pueblo, de hecho, sucede casi siempre al contrario en todo el mundo, todos los días.

Desde los atenienses, a lo largo de los siglos, la democracia se ha interpretado y reinterpretado. Filósofos, humanistas, historiadores y pensadores han escrito tratados al respecto a favor y en contra; pero hasta ahora y esto en realidad es un lugar común, es el mejor sistema que se conoce, la humanidad no ha discurrido o inventado otro mejor.

Hace ocho años ya escribí “La democracia contra sí misma” que se publicó en esta mi casa editorial. Lo acabo de volver a leer y me sorprende cómo es que las cosas prácticamente no han cambiado (nota: para el título, que ahora encuentro en miles de resultados en una búsqueda simple en Google, me inspiré en el libro del ministro Jesús Gudiño Pelayo, El Estado contra sí mismo. Encontré un libro con ese título de Marcel Gauchet, publicado en 2004).

En 2010 escribí: “La democracia que se pondera en los discursos políticos no es tal, no es la que queremos, a la que aspiramos, no es la posible, mucho menos la ideal. A fuerza de corromper el concepto, la democracia de la que hablan los gobernantes en nuestro país se ha vuelto contra sí misma; es la mínima necesaria para mantener las cosas como están, para continuar con la simulación electoral y el dizque fortalecimiento de las instituciones responsables”.   

También escribí lo siguiente, insisto, hace ocho años: “Vidas y tiempo ha costado el proceso de democratización de la sociedad mexicana, de su sistema político, de su cultura; y ha generado desgaste, desazón, apatía, incertidumbre, desesperación y desesperanza; molestias e indignación, pero también en muchos, muchos más de los que nos imaginamos, ha despertado el sentido de urgencia y una decisión férrea por participar contra viento y marea a favor de una transformación real y trascendente”.

Y casi al final: “No hay sistemas políticos nuevos a la mano. Desde el lado ‘democrático’ del orbe no se avizora una forma distinta de organizarnos para vivir bien, en paz y armonía. Y ante la insuficiencia de los estados democráticos para dar estas respuestas a las ‘masas obedientes y apáticas’ (Noam Chomsky, 1991) (agrego, ignorantes) es la democracia participativa un reclamo que cunde y que en algunos países es una realidad. Pero no es suficiente o ¿de qué sirve una iniciativa popular resultado del esfuerzo y la gestión ciudadana para que al llegar al Poder Legislativo sea desechada?”. Dejo aquí la liga como siempre por si encuentran interesante leer el artículo completo (https://www.informador.mx/Mexico/La-democracia-contra-si-misma-20100627-0184.html).

En esta ocasión volví a él porque desde tiempos inmemoriales, en México y el mundo, desde Grecia por supuesto, al pueblo, a las masas, a la sociedad en su conjunto, a los que hemos sido súbditos y ciudadanos en distintos momentos de la historia, a los que pagamos impuestos y votamos, desde el poder se nos considera menores de edad; el pueblo no sabe lo que quiere (Hegel, 1770-1831) y no sabe cómo hacer lo que necesita; en la nación que se considera como el máximo ejemplo de democracia en el mundo, se dejaron sentadas las bases en la Constitución, para limitar la participación del pueblo, del vulgo, de las masas porque eso sólo conduciría al caos.

Por primera vez en décadas, pese a la polémica que estas afirmaciones desatan, pese al riesgo de que no se cumplan, a pesar de que podría no ser práctico ni viable; y contra las posturas de que se deje al pueblo fuera de las decisiones públicas, en primer lugar escucho que la sociedad mexicana es madura y no debe seguir siendo calificada como “menor de edad” y, en segundo, que las propuestas e iniciativas de la próxima administración federal, serán sometidas a nuestra consideración, como está sucediendo, incluso antes de que el nuevo Gobierno federal entre en funciones, con el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Con inteligencia y liderazgo esto puede funcionar, se trata de apelar a la sabiduría de los mexicanos y se trata de rescatar la esencia de un Gobierno democrático.

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