Si abandonar la tradición nacionalista y optar por la contratación de jugadores extranjeros garantizara al Guadalajara volver a ser, de sopetón, el “Campeonísimo” que fue en sus años de mayor gloria, y convertirse, pongamos por ejemplo, en la versión mexicana del Real Madrid histórico o del actual Barcelona, la apuesta estaría de pensarse…En la hipótesis -mero ejercicio de pizarrón- de que hacia allá apuntara la “revolución” anunciada por los actuales dueños del juguete, dolidos -como la mayoría de sus seguidores- por la mediocridad de sus resultados en los últimos cuatro torneos (incluido el actual), habría, en automático, una deserción masiva de simpatizantes: cambiarían de banderas los que se han mantenido fieles a la causa principalmente porque el equipo ha mantenido, contra viento y marea, la línea nacionalista. En compensación, lo harían su favorito muchos aficionados -de nuevo cuño, sobre todo- que no vacilarían en treparse, en tropel, al carro de los triunfadores.Es poco probable que en eso estén pensando los dueños de los destinos del equipo más popular de México. Renunciar a la que ha sido línea de identidad por excelencia de las “Chivas”, implicaría entrar en un juego en que otros equipos llevan ventaja. El América, desde hace medio siglo; “Tigres” y Monterrey en años más recientes; Cruz Azul, Toluca y Santos Laguna en menor medida, están respaldados por patronatos o instituciones que operan en la industria del futbol con criterios mercantiles a gran escala.Si el Guadalajara -como después el Atlas- salió de la férula de accionistas románticos, “a la antigüita”, para poner sus destinos en manos de empresarios exitosos, sus perspectivas, en lo deportivo, dependen de la apuesta que dichos empresarios estén dispuestos a hacer en el aspecto financiero. Contratar jugadores como los que actualmente son mayoría en los planteles que parten el queso en la Liga MX, implica desembolsos que quizás a los empresarios que se convirtieron en propietarios de los dos equipos tapatíos les resulten prohibitivos.Hasta donde alcanza a vislumbrarse, más que una “revolución”, que dé resultados a corto plazo, el Guadalajara necesita una evolución que los dé a mediano plazo, y que implica dos vertientes: invertir en la contratación de los mejores jugadores mexicanos disponibles… y mejorar la estructura de sus fuerzas básicas para producir -con el tiempo y el ganchito consabido- materia prima de la calidad que hoy por hoy brilla por su ausencia.
