Viernes, 26 de Abril 2024

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* “Deliberada”

Por: Jaime García Elías

* “Deliberada”

* “Deliberada”

Analizados en seco -“en bruto”, se diría-, los resultados de la primera jornada de la “Liguilla” se antojan bastante lógicos, normales... y hasta previsibles. Sin embargo, en los cuatro partidos disputados hasta ahora fue notorio el protagonismo que tuvieron los habituales “villanos” del deporte: los silbantes.

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Lo primero: aunque no faltaron los imaginativos que se sacaron de la manga la etiqueta de “Clásico” para el duelo entre América y “Pumas”, estos últimos, a la hora de los mameyes, dejaron constancia de que entraron a la llamada “fiesta grande” sin los merecimientos suficientes; en calidad de “colados”, pues. La realidad los puso en su lugar… Al Toluca, su calidad de líder de la clasificación general le daba, ipso facto, el rango de gran favorito sobre el Morelia, octavo clasificado. Monterrey y “Tigres”, protagonistas habituales en los últimos torneos, llegaron asimismo con los momios a su favor ante Tijuana y Santos Laguna, respectivamente.

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Lo segundo: algunas de las decisiones más polémicas de los árbitros. Luis Enrique Santander sancionó con el penalti que Jérémy Ménez convirtió en el segundo gol americanista, una mano de Luis Quintana en el área; Diego Montaño hizo otro tanto al propiciar el segundo gol de los “Tigres”, firmado por Gignac, penalizando una mano de Alcoba en el área del Santos Laguna.

Para el observador de a pie, ninguna de las dos manos fueron intencionales. Para los antiguos árbitros, convertidos en analistas del trabajo de sus colegas, el argumento no cabe “porque -explican- la palabra ‘intencional’ ya no existe en la regla: se sustituyó por ‘deliberada’”…

Bien. Sin embargo, da la casualidad de que la Real Academia identifica “deliberado” con “voluntario, intencionado”. Y si deliberado es el participio pasivo del verbo deliberar, éste significa “meditar sobre el pro y el contra de una decisión antes de tomarla”.

Desde esa perspectiva, es absolutamente insostenible que un jugador -Quintana o Alcoba, por ejemplos- haya meditado en los días previos, o el día del partido, en el vestidor o ya en la cancha, sobre la pertinencia de tocar con la mano un balón en el área, advertidos como seguramente estaban de los riesgos que un lance de ese tipo implica. De donde se desprende que, salvo contadísimas excepciones -detener un balón que está a punto de cruzar la línea de meta-, la mano en el área, por definición, nunca es deliberada.

Así que…

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