Decir que el arbitraje en el futbol es perfectible, equivale a reconocer que es imperfecto por naturaleza… y que lo seguirá siendo “por los siglos de los siglos, amén”.Sostener que en el futbol mexicano, particularmente, el arbitraje está “en crisis”, es incurrir en una generalización peligrosa. Pretender probar esa crisis con los errores en que incurrieron los silbantes a cargo de los partidos Cruz Azul-Puebla (Roberto Ríos Jácome) y Toluca-Morelia (José Alfredo Peñaloza) el último fin de semana, equivale a sostener que “una golondrina no hace verano, ciertamente…; pero dos, sí”.*Porque el asunto está de moda, al tratarse de los incidentes más relevantes de la jornada inaugural del flamante Torneo de Apertura, se explica que algunos reporteros pusieran ahí el acento durante la presentación de los nuevos dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol. Éstos, sin embargo, evitaron incurrir en el alarmismo que significaría aceptar que hay crisis (por definición, “problema, conflicto, situación delicada”) en ese rubro.Una cosa es que ocasionalmente salgan piedritas en la sopa, y otra muy diferente que la sopa esté pletórica de piedritas… Se sobreentiende que en esa materia debe haber una autocrítica severa y sistemática; que los instructores deben estar en continua vigilancia para tratar de reducir los errores, y para convertir en lecciones para todos los colegiados, los que seguramente se seguirán presentando.Después de todo, en el reciente Mundial de Rusia quedó demostrado, primero, que las pifias no son privativas de los árbitros mexicanos; y segundo, que ni siquiera mediante el VAR se consigue lograr en esa materia algo inalcanzable en todas las esferas del quehacer humano: la perfección.*Por cierto: si en la aplicación práctica de las reglas es ilusorio alcanzar el “10 y nota”, hasta en el enunciado de las mismas hay, más que imperfecciones, verdaderos disparates…Por ejemplo, en el capítulo de Faltas e Incorrecciones, el concepto de “zancadilla imprudente”; ¿eso significa que puede haber una “zancadilla prudente”? O, en el mismo capítulo, la sustitución de la palabra “intencional” por “deliberada”; si es difícil intuir o adivinar con qué intención un jugador interviene en un lance, ¿no es absurdo pretender que ese jugador entra a la cancha con la idea deliberada -es decir, cuidadosamente ponderada- de golpear a un rival o de jugar el balón con la mano, a sabiendas de que esas conductas pueden costarle la expulsión o un penalti…?
