Jueves, 28 de Marzo 2024

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- ¡Viva la intolerancia!

Por: Jaime García Elías

- ¡Viva la intolerancia!

- ¡Viva la intolerancia!

Por supuesto, cuando las autoridades municipales de Guadalajara incorporaron “Sincretismo” —la escultura de Ismael Vargas que fusiona elementos (calaveras y serpientes) de la prehispánica diosa Coatlicue con una gigantesca Guadalupana de metal, confeccionada con una técnica que evoca la del papel picado— a su programa de “Arte Urbano”, no previeron las reacciones que su decisión iba a generar: manifestaciones de protesta que inicialmente concentraban decenas o a lo sumo cientos de personas, pero que ya el sábado reunieron a miles; (dos mil, según las autoridades y los medios; diez mil, según los organizadores).

-II-

En la raíz del conflicto social que el asunto ha generado está la intolerancia. Si la tolerancia consiste en el respeto hacia las opiniones y prácticas de los demás, la intolerancia es exactamente lo contrario. Son intolerantes quienes externan su malestar porque cientos (o ahora miles) de personas se reúnen a rezar el rosario en la calle, en señal de “desagravio a la Virgen”, y a “exigir” a las autoridades que pongan la polémica escultura lejos del alcance de su vista. Son intolerantes quienes participan en las manifestaciones, aferradas a que “Sincretismo” (por definición, “unión, mezcla”, o también “sistema en que se concilian doctrinas diferentes”) es una expresión artística “blasfema” por cuanto, desde su perspectiva, ofende a Dios o a las cosas sagradas.

Ya es un tópico recordar que los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina le parecieron indecentes a un papa que, avergonzado de las desnudeces que Dios no se avergonzó de crear, ordenó cubrirlas con púdicos velos… que otro, muchos años después, dispuso se retiraran. Otro tópico sería la condena de L’Osservatore Romano a la novela “El Evangelio Según Jesucristo”, de José Saramago. Cuando se enteró, el escritor portugués comentó que el diario del Vaticano carecía de autoridad moral para descalificarlo “porque —dijo— lo que yo hice es literatura, no teología”.

-III-

En el caso de “Sincretismo”, hay quien estima que “la Iglesia” debería pronunciarse, y zanjar las posiciones, irreconciliablemente extremas, que algunos eclesiásticos han asumido al respecto: el cardenal Juan Sandoval, arzobispo emérito, al tildarla de “blasfemia”; el padre Alejandro Solalinde, al considerar que la pieza fue resultado de “la inspiración divina de su autor”.

Si se hubiera propuesto colocar “Sincretismo” en el interior de una iglesia, para someterla al culto público, las autoridades eclesiásticas y los católicos más conservadores tendrían derecho a considerar impropia esa iniciativa y a oponerse a ella. Instalada en la vía pública, en cambio, lo sensato es verla con otros ojos: someterla a una valoración estrictamente estética, y decidir, a partir de ella, si embellece el entorno (como algunas…) o lo afea (como tantas más…).
 

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