“El gran dedo”; “El gran elector”; “El fiel de la balanza”… Esas denominaciones, entre muchas otras, se aplicaban, en el México de “la dictadura perfecta” -como la denominó Mario Vargas Llosa-, en los procesos electorales, al Presidente de la República en turno… “El Tapado”, en aquellos tiempos, era la denominación que se daba al “candidatoe in pectore” del primer mandatario, en el entendido de que, una vez “destapado”, sus sucesivas metamorfosis en “abanderado” del partido oficial y en Presidente serían sendas “carambolas hechas”; lo primero, porque la cacareada “disciplina partidista” cancelaba cualquier posibilidad de que alguien osara proponer otra candidatura; lo segundo, porque las elecciones -matizadas por un inagotable catálogo de burdas triquiñuelas que se incorporaron a la oprobiosa picaresca nacional- eran una farsa.-II-En la señalada picaresca nacional abundan anécdotas alusivas a la manera en que se cocían las habas en aquellos tiempos, y que se condensan en frases que se volvieron proverbiales, como “Aquí vive el Presidente, el que manda vive en frente”, o “No se hagan bolas…”, por poner un par de botones de muestra. La primera, acuñada por un versificador anónimo y recogida por la sabiduría popular, corresponde al “maximato” (1928-1935) en que Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez se sucedieron en la Presidencia, pero quien supuestamente movía los hilos del poder -hasta que Lázaro Cárdenas tomó medidas al respecto- era Plutarco Elías Calles, “jefe máximo de la Revolución”. La segunda fue la declaración con que Carlos Salinas de Gortari ratificó a Luis Donaldo Colosio como candidato a sucederlo, y liquidó las especulaciones de que pudiera haber una sorpresiva enmienda en ese sentido.-III-Todo lo anterior viene al caso por la declaración del actual Presidente -en “la mañanera” del lunes- de que sería “guardián” de las elecciones intermedias del año próximo: una intención que, de consumarse, 1), lo pondría por encima del Instituto Nacional Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la Fiscalía Electoral; 2), haría nugatoria su solemne “protesta” de “cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan”, y 3) iría en detrimento de la alta responsabilidad para la que fue elegido, al arrogarse atribuciones -avalar la limpieza del proceso y la legitimidad del resultado- que en toda democracia corresponden, por ley, a organismos ciudadanos, imparciales, y no, en manera alguna, a los gobernantes…, que bastante harían, en efecto, con limitarse a gobernar.
