Jueves, 25 de Abril 2024

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- “Piensa mal…”

Por: Jaime García Elías

- “Piensa mal…”

- “Piensa mal…”

Hay una frase que ilustra de manera magistral el cinismo con que los “servidores públicos”, en este país de todos nuestros pecados, medran sin medida de los cargos que se les encomiendan:

-No pido que me den, sino que me pongan donde hay.

-II-

La referencia viene al caso por la noticia de que la Cámara de Diputados aprobó, el jueves pasado, la ley que supuestamente llevará al terreno de los hechos la política de austeridad prometida en campaña por el hoy Presidente electo López Obrador: la ley que establece un tope salarial para la alta burocracia, y determina que ningún secretario de Estado, gobernador, diputado, senador o funcionario público podrá tener un salario mayor que el próximo Presidente de la República. (El actual, Peña Nieto, percibe 270 mil pesos mensuales; López Obrador devengará 108 mil).

Al margen de las secuelas de los recursos jurídicos que casi seguramente promoverán los altos funcionarios que estarán en desacuerdo con la medida, uno de los diputados que la autorizaron, Gerardo Fernández Noroña -ave de tempestades en todos los cargos públicos que ha desempeñado-, ya profetizó que, merced a la misma, “se van a acabar los abusos y atropellos”…

-III-

Muchos de los votos que dieron el triunfo a López Obrador en las pasadas elecciones respondieron, con toda seguridad, al buen deseo de que así sea…

Empero, independientemente de que no parece factible que los ahorros que por esa vía se obtengan puedan incidir en una reducción significativa de la pobreza en México, el escepticismo con respecto a los saludables efectos de la austeridad así entendida se origina en que la experiencia demuestra que la corrupción de los altos funcionarios gubernamentales no consiste sólo en que perciban salarios que difícilmente conseguirían si dependieran para ello del trabajo honrado. Lo más grave estriba en el esquema de “mochadas”, en el contubernio institucionalizado con empresas constructoras, y en el manejo discrecional de partidas presupuestales… El salario, para los funcionarios públicos que han aprendido a moverse como peces en el agua en ese esquema viciado, cuya premisa es que no hay partida presupuestal que no pueda inflarse ni obra pública en que no pueda sacrificarse la calidad en aras del lucro ilícito, es meramente simbólico. Pura pantalla, pues.

Ya dirá el tiempo si, en efecto, para acabar con la corrupción basta con abatir los salarios de la alta burocracia… o si tenían razón las abuelas cuando decían, sentenciosas, “Piensa mal… y acertarás”.
 

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