Viernes, 26 de Julio 2024

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- “Matrimonios”

Por: Jaime García Elías

- “Matrimonios”

- “Matrimonios”

Que el Papa -nada menos que el Papa-, en su célebre conversación con periodistas durante su viaje de regreso de Brasil a Roma, en julio de 2013, se negara a condenar a los homosexuales (“Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, fueron sus palabras textuales), va en concordancia con el Catecismo de la Iglesia Católica: “Deben ser acogidos -los homosexuales- con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”... En esa misma tónica han ido las declaraciones del actual pontífice sobre el derecho de los homosexuales “a estar dentro de una familia” y “a estar cubiertos legalmente”…

-II-

Sin embargo, no hay ninguna discrepancia entre esas expresiones, respetuosas, compasivas y delicadas, y el texto divulgado este lunes en el Vaticano por la Congregación para la Doctrina de la Fe -la antigua Inquisición-, que ratifica como un criterio doctrinal, de entrada, que la conducta homosexual es “un pecado”, y cancela, a continuación, la posibilidad de que la Iglesia Católica acepte calificar de “matrimonio” y eleve al rango sacramental las uniones de personas del mismo sexo, o que apruebe -y, menos aún, bendiga- las relaciones sexuales entre ellas.

La Iglesia, como el Papa Francisco, ve con simpatía la posibilidad de que las leyes civiles permitan a dos personas del mismo sexo hacer vida en común: vivir bajo el mismo techo, acompañarse y asistirse mutuamente; que esa convivencia les dé beneficios legales -como la seguridad social o el derecho a la sucesión, entre otros-, a semejanza de lo que sucede tanto en el matrimonio como en la unión libre…

Aceptar que la orientación homosexual no debe ser, por sí misma, motivo de “discriminación injusta”, no choca con que las conductas homosexuales, desde la doctrina de la Iglesia, se sigan reprobando y considerando inmorales y pecaminosas.

-III-

Las “uniones de hecho”, incorporadas por varios países en sus legislaciones mucho antes de que surgiera la corriente orientada a homologarlas con el matrimonio (derivado etimológicamente de “mater, matris” [madre], lo que implica la maternidad; es decir, la procreación, imposible en las uniones homosexuales), tienen, pues, un límite natural.

Va de profecía: es probable que la Iglesia acceda, algún día, a la ordenación sacerdotal y aun a la consagración episcopal y pontifical de las mujeres -aunque quizá pasen siglos para ello-… pero difícilmente dará el rango de sacramento a los impropiamente llamados “matrimonios” homosexuales.

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