Viernes, 19 de Abril 2024

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- ¿Inocencia…?

Por: Jaime García Elías

- ¿Inocencia…?

- ¿Inocencia…?

Por favor: a las cosas por su nombre… Ignorancia (falta de ciencia y cultura) e imprudencia (incapacidad para actuar con reflexión y precaución para evitar posibles daños) son una cosa; inocencia (candor; exención de toda culpa en un delito o en una mala acción), otra muy diferente…

-II-

Las víctimas (más de 80 muertos, otros tantos lesionados) de la tragedia de Tlahuelilpan, Hidalgo, se lanzaron, bidones, botellas o cualquier otro recipiente en mano, a beneficiarse con la gasolina que comenzó a brotar del suelo, a borbollones, a sabiendas de que no se estaba reeditando, adecuado a la modernidad, el pasaje del Éxodo en que Dios enviaba dosis de maná a los israelitas que durante 40 años peregrinaron en el desierto. Sabían, también, que recoger gasolina no era un gesto tan inocuo como cortar las guayabas o tejocotes que brotan silvestremente de los árboles -¿vestigios del Paraíso Perdido de nuestros primeros padres…?- que crecen a la orilla de la carretera.

Aunque no todos fueran profesionales del huachicoleo (Hidalgo es uno de los estados en que más se ha difundido esa práctica ilegal), todos tenían clara noción, al menos, de que esa aventura a la que se lanzaron de manera tumultuaria era moralmente reprobable, como lo es todo lo que signifique apropiarse de lo ajeno… Y, sobre todo, de que era peligrosa.

Decidieron correr el riesgo. Sabían lo que podía suceder… pero no creyeron que les sucedería.

Subestimaron el peligro -dicen que la temeridad es uno de tantos componentes del ADN de la “Raza de Bronce”-… y ahí están las consecuencias.

-III-

La desgracia, íntimamente emparentada con la noticia que no ha perdido vigencia en lo que va del año, es lamentable por partida doble. De una parte, por las vidas humanas que ha costado, y por la huella indeleble que seguramente dejará en el cuerpo y en la mente de los sobrevivientes. De la otra, por la carga adicional de ofensa y de reproche que ha caído sobre la memoria de los muertos… En vez de una palabra de solidaridad o de consuelo para sus deudos, las reconvenciones -tardías, además de todo- por su oportunismo o su torpeza, sin reparar en que la necesidad es compañera inseparable de la pobreza, y que la imprudencia suele ir de la mano con aquélla.

Vale, en todo caso, si la desgracia de Tlahuelilpan fue un castigo, la palabra de Confucio: “Trabaja en impedir delitos, para no necesitar castigos”.

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