Martes, 23 de Abril 2024

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- Desencuentros

Por: Jaime García Elías

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Mientras la vida transcurre, ahora con otro desencuentro verbal entre los personajes que deberían ser modelos de cordura para el común de los ciudadanos como telón de fondo, se difundió, sotto voce, la lamentable noticia del fallecimiento de Don Enrique Varela Vázquez: un hombre que, un poco en la sombra, reacio al elogio, al oropel y a los reflectores, más interesado en el beneficio social que pudiera hacer que en figurar como protagonista de las iniciativas que emprendió, fue baluarte en el liderazgo que Jalisco ejerció, por años, en casi todos los órdenes de la vida pública nacional.

-II-

Allá, en el escenario, los dos personajes más importantes de la esfera gubernamental prefieren asumir actitudes bravuconas, más propias de fanfarrones de cantina que de gestores del bien común, so pretexto de la crisis derivada del desabasto de gasolina en Jalisco, y particularmente en la Zona Metropolitana de Guadalajara en que residen la mitad de sus habitantes.

Crisis, aunque a alguno de ellos le moleste el uso reiterado del vocablo, porque esto significa “conflicto, problema, situación delicada”, y ese es el clima en que están atrapados, desde hace veinte días, millones de ciudadanos. Crisis, porque los efectos perniciosos del desabasto ya se manifiestan, por ejemplo, en hoteles, restaurantes, comercio y demás rubros relacionados con el turismo. Crisis, además, porque cuando el ciudadano quisiera recibir mensajes de armonía entre gobernantes sensibles para comprender el malestar de la población y aptos para tomar las medidas pertinentes para hacer frente a la emergencia, se los encuentra aferrados a convertir sus respectivas tribunas en “la esquina de los técnicos” y la del adversario -que por ningún motivo debiera serlo- en “la de los rudos”, y a hacer gala de su incuestionable talento para la mordacidad y de su ingenio para la cuchufleta: talento e ingenio que muy bien podría -¡y debería, sobre todo!-aplicarse a mejores causas.

-III-

Todo eso, decíamos, mientras la vida de Don Enrique Varela se extinguía. Un hombre, que más allá de los cargos que ejerció, principalmente en la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara, promovió, calladamente, sembrando inquietudes y propiciando acercamientos entre los más prominentes actores sociales -gobernantes, empresarios, eclesiásticos…-, incontables beneficios para los tapatíos.

Don Enrique fue -con la venia de Churchill- “uno de esos pocos a los que tantos -incluso sin saberlo-, deben tanto”. Y fue, para quienes tuvieron el privilegio de tratarlo, uno de los hombres más queridos y respetados de Guadalajara.

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